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2006/01/11

Una noche muy romana


En la noche de ayer, martes, la tele estaba muy romana. Muy imperial. En la Cuatro, “Roma” seguía desgranando las intrigas de los conspiradores contra el César. Pero la 1 contraprogramaba con un duelo nada desdeñable: la lucha de dos verdaderos titanes, dos dioses olímpicos del universo televisivo: a un lado, Rocío Jurado, “la más grande”, estrenando una delgadez obligada; al otro lado, Jesús Quintero, “El loco de la colina”, inaugurando su nuevo espacio en el canal público. Enseguida se vio que la lucha perdía fuelle. A Rocío Jurado le dio, sin que sirva de precedente, por mostrarse sincera y por tacañear aspavientos. El resultado fue el de un testimonio simple, sin dobleces ni matices, pero bastante aburrido: como bien sabía Goebbels, la teatralidad es importante, porque entre otras cosas permite disimular las carencias. A Jesús Quintero le dio, como siempre, por hacer de él mismo. Pero la fórmula ya no cuela, por mucho que el andaluz se haya cambiado la dentadura –por dios, qué brillo- y por una vez haya sustituido el whisky solo por el agua. Algo chirriaba. Quizá se trataba de la escenografía, bastante hortera (¿por qué Julio Romero de Torres?; ¿por qué esos vestidos colgados, como de trastienda de cabaretera barata?). Muy probablemente, se trataba de que no era el duelo adecuado. Quizá hubiera lucido mejor un Carlos Herrera, o incluso un Luis del Olmo, en lugar de un Quintero que aún no ha aprendido a disimular sus persistentes vistazos a la chuleta –gracias a su habitual colaborador, Jesús Salvago, las preguntas siguen siendo lo más salvable de sus entrevistas- o que no consigue evitar en ciertos momentos transmitir la impresión de que pierde el hilo de su interlocutor. Porque Quintero está para otra cosa. Lo suyo es el rescate de monstruos urbanos de los bajos fondos, el feísmo goyesco de las tascas de barrio, el esperpento crápula auspiciado por el tinto garrafón. Habrá que esperar a próximos programas para que la Factoría Quintero empiece a destilar sus primeros especímenes. De momento, muchos largos silencios, mucha pose y mucho primer plano de lacrimal. Nada nuevo bajo el sol.

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