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2006/01/18

Las consecuencias de un mal reparto

Daniel Ruiz

Macbeth no dejará de ser nunca una obra maestra, pero de las representaciones de la obra ha habido muchas francamente olvidables. Salvando el abismo, algo así se podría decir de lo visto en el debate de ayer del programa “Enfoque” (22.30, La 2), presentado por Pedro Piqueras. Porque el planteamiento inicial parecía muy interesante: un debate sobre el nuevo Anteproyecto de Ley de Dependencia, en principio un asunto bastante atractivo por su marcada dimensión social y por el interés ciudadano que suscita. En principio, no había por qué temer un mal desenlace. Acostumbrados a los debates vacuos y chacineros con los que nos vienen agasajando las privadas en los últimos años (“Gran Hermano. El Debate”, “TNT” y demás quincalla), “Enfoque” plantea un formato de debate clásico donde la palabra y la argumentación sustituyen al alarido y la silicona, y donde las intervenciones, aunque breves, son los suficientemente extensas como para tener un componente divulgativo. Sin embargo, por mal que pese, el debate de ayer acabó truncado. La culpa, hay que decirlo, no fue de Piqueras (que muy pronto abandonará el Ente para volver a Antena 3), sino del perfil de los ponentes elegidos. Es lo que decía: el guión, como el texto de Shakesperare, era más que decente, pero el plantel de actores parecía de Juzgado de Guardia. La presencia de Amparo Valcarce, secretaria de Estado de Servicios Sociales, estaba justificada por su condición de representante estatal, pero probablemente ni el propio Piqueras se imaginaba que iba a tener un comportamiento tan mediocre e insustancial. Durante todas sus intervenciones (que, tristemente, no fueron pocas), se limitó a recitar su retahíla propagandística sobre la Ley, sin dejar ningún resquicio al matiz y transmitiendo una sensación de folleto hablante. La que, probablemente, no estaba muy justificada era la presencia de Ana Botella, que comparecía en calidad de concejal de Asuntos Sociales del Ayuntamiento de Madrid. Desde la entrada del nuevo Gobierno, la incorporación de políticos del PP a todos los debates y espacios de opinión promovidos por el Ente se ha convertido en una consigna, lo que a menudo –tal es el caso- malogra espacios a los que inicialmente se les presumía un mayor interés. Como no podía ser de otro modo, el debate se convirtió en un duelo dialéctico entre las dos representantes públicas, un debate que muy pronto perdió la perspectiva del asunto del día y se diluyó en cuestiones de política nacional. Valcarce recriminó a Botella la desidia del PP en materia social durante su mandato. Botella, que salpicó su discurso con algunos latiguillos bastante familiares (“mire usted” fue uno de los más repetidos), criticó la falta de compromiso del PSOE con el Pacto de Toledo. Para más INRI, además, las dos mujeres aparecían confrontadas a uno y otro lado de Piqueras, con lo que se incrementaba la sensación de que asistíamos a un debate electoral. Pero todo no acababa ahí. Porque otra de las ponentes era Isabel Gemio, la archiconocida periodista pseudorosa, ahora implicada, por circunstancias familiares, en la defensa de los desprotegidos. Por momentos, la Gemio olvidaba que no se encontraba en el plató de “Lo que necesitas es amor”, y capitalizaba el debate elevando el tono, haciendo morisquetas cariñosas y, que es lo peor, buscando la complicidad de Javier Romañach, el único miembro salvable de todo el debate, que por momentos, con determinados silencios y muecas, transmitía una sensación de incredulidad. Probablemente era Romañach el más cualificado para incorporarse al reparto de Macbeth, pero como Banquo, el único personaje decente del drama.

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