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2006/01/25

"Sábado Noche", la confirmación de un naufragio

La amnesia de Caffarell en torno al modelo de televisión que defendió a su llegada al Ente Público está viviendo una de sus crisis más agudas con la última apuesta de entretenimiento para los sábados por la noche. “Sábado Noche” (ni siquiera la imaginación da para otro título) es una confirmación del naufragio de la propuesta televisiva de TVE propugnada por los ideólogos de la Era ZP, una propuesta que tenía vocación de provisionalidad pero que, vistos los ritmos del manoseado Comité de Sabios, parece que ha venido para quedarse. Durante años, la parrilla sabatina mantuvo estoicamente en cartel el formato “Velada Made in Moreno”, consistente en una equilibrada conjunción de presunto humor, pechugas enlentejueladas y varietés de Tercera Regional. Los hábitos de la sociedad española han cambiado, de manera que la noche del sábado, antaño un terreno idílico para los cazadores de target, se ha convertido ahora en almacenes de sillones vacíos y abuelas soñolientas. Desde este planteamiento, las veladas de Moreno resultaban perfectas: qué mejor forma de irse a la cama para una anciana que degustar un poco de carne joven y atlética, humor blanco y canciones de toda la vida. El problema del nuevo formato es que es lo mismo de antes, pero sin serlo. “Sábado Noche” es como coger el programa de Moreno y aplicarle una capa de barniz progre y desenfadado. Desde este nuevo concepto, el despechugamiento de speakers como Juncal Rivero o María José Suárez es derrocado a favor de unos presentadores más informales (Naomi Gaitán y Josema Yuste), dispuestos a perpetrar sus propios gags y a simular, si hace falta, una presunta e insípida tensión erótica. Pero el resto es lo mismo: folclore intravenoso (la contratación de la Pantoja debe ser, a buen seguro, lo más caro del programa), ambiente de fiesta de hotel para pensionistas y humoristas de verbena (otra vez Garó y “El Linterna”). Viendo lo visto, y siendo honestos, ¿no era hubiera sido mejor mantener lo que ya había? Cuánta razón la del Ingenioso Hidalgo, cuando, escuchando a su fiel escudero disertar sobre el desagradable hedor de sus deposiciones, lanzó aquel célebre consejo: “Mejor es no meneallo, Sancho”.

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