Blog libre e independiente sobre televisión. Noticias, críticas y análisis de nuestra realidad catódica desde el criterio y la libertad.

2006/12/15

Risto Mejide, o cómo atrapar a la audiencia disidente

La incorporación a las filas de Operación Triunfo de un personaje como Risto Mejide ha añadido un poco de colorido y chispa al aburrido circo en el que se había convertido este show de horripilantes niños probetas. En medio de tanto esplín catódico, las salidas de tono de este esperpento mediático de reciente alumbramiento han logrado, al menos, revolver a los espectadores de sus sillas, provocando en la audiencia sensaciones encontradas de indignación y divertimento. Por encima de todo, lo que resulta claro es que con este personaje Operación Triunfo se ha apuntado un valioso tanto en el complicado infierno de retorcer el cuello de los formatos agotados y sin salida. La operación ha resultado, además brillante, ya que además de inventarse un personaje, han logrado con ello acercarse a la significativa cuota de audiencia que despotrica y desprecia el tono dentífrico, alavandado y hortera del programa.

Risto Mejide pretende erigirse en símbolo de una parte de los telespectadores, normalmente de edad juvenil, que reniegan del formato por considerarlo vacío, mercadotécnico y superficial. Hablamos de los jóvenes que ven el talento musical como algo más que la habilidad del busto cantante. Normalmente, este tipo de jóvenes no es consumidor de radiofórmula, el principal público interno de los productos musicales de OT. Se decantan por conceptos musicales más elaborados, en los que todavía tienen validez valores como la composición, las buenas letras o la modernidad de las propuestas.

Todo ello parece encajar con el prototipo de Mejide. Con un look notablemente desfasado, que recuerda mucho al de los ex combatientes de Vietnam que se debatían entre la neurosis y la protesta contra el stablishment a finales de los 60, el singular juez de OT juega el papel de outsider. Lo demuestra con su propia mirada, oculta tras las oscuras lentes a lo John Rambo, pero también con su propia pose sobre la mesa del jurado: siempre informal, siempre calculadamente desabrido, como si estuviera preguntando permanentemente qué hago yo aquí. Y por supuesto, lo demuestra con sus palabras: sus comentarios son dardos contra toda esa tremenda casa de juguetes, contra ese edén californiano de chicas ceñidas y hombres guapos que representa la estética de OT.

Se trata, no nos engañemos, de una pantomima, de un tremendo teatro. Risto Mejide es un hombre de larga trayectoria en el ámbito publicitario; está familiarizado con las formas de vender y los mecanismos del reclamo. Aunque pueda parecer gracioso, nada en un formato como OT es improvisado: se trata de una composición perfectamente calculada. Bajo un atractivo envoltorio de carácter y diferencia, detrás del personaje no hay más que chapapote: la agresiva marea negra del apetito voraz de audiencia, que persigue a todo trance la contaminación del público disidente.

2006/12/05

Pésimo Sexto sentido

Una decepción completa y una lamentable pérdida de tiempo supuso anoche permanecer durante más de hora y media frente al televisor para intentar encontrar algo interesante, arriesgado, novedoso o polémico en el nuevo programa informativo de La Sexta: Sexto sentido. O tan sólo encontrar información y análisis. Igual era mucho pedir. Liderado y presentado por las tres apuestas femeninas que la cadena ha hecho para sus informativos (Mamen Mendizábal, Helena Resano y Cristina Villanueva), el programa comenzó con una entrevista a Iñaki Gabilondo. Si ya no se entiende muy bien a cuento de qué era entrevistado Gabilondo en un programa político y social de actualidad, el desarrollo de la entrevista fue algo realmente penoso que provocaba vergüenza ajena.

Las tres periodistas en lugar de ejercer con dignidad y profesionalidad su profesión se dedicaron a sonreír, babear y pelotear sin pudor a un Gabilondo que, sin culpa, se dedicó a contar sus batallitas radiofónicas y televisivas, en una claro síntoma del camino hacia la jubilación en el que ya parece plenamente embarcado. No voy a comentar las declaraciones de Iñaki ni sus contradicciones evidentes (ya lo he dejado claro en otros posts), tan sólo reseñaré que, ante las idiotas alabanzas que se le dedicarán por su sinceridad a la hora de decir que por trabajar en el medio de comunicación en el que está no puede hablar de Polanco o de sus empresas, diré que lo valiente sería hacer lo contrario. O al menos no pretender dictar lecciones de periodismo veraz y responsable a nadie, algo que él y muchos de los suyos se dedican a hacer cada día desde los medios afines a Prisa. Y no nos engañemos, no es lo mismo no criticar a una empresa pequeña cuya influencia social y política es nula (lo cual te permite hablar con libertad sobre los temas generales,) que no hacerlo a Prisa y a sus empresas y negocios colaterales, cuya influencia e importancia tanto social como políticamente hablando, son de gran calado en este país.

El bochorno aumentó cuando sacaron a relucir el pasado familiar del invitado, vinculado a una carnicería, e intentaron que mostrase sus dotes carniceras descubriendo e identificando partes de una vaca de cartón. El pobre hombre no sabía donde meterse puesto que claramente no tenía ni idea de ello. Finalmente Helena Resano tuvo que improvisar sobre la marcha para despedirle abruptamente antes de que el bochorno fuera tal, que terminaran saliendo en todos los programas de zapping de la semana. Las tres periodistas demostraron su absoluta incapacidad para realizar una entrevista coherente, creíble, seria y esclarecedora. Generaron una sinergia negativa donde todas aparecían tontamente rendidas a los pies de su ídolo y no les daba ninguna vergüenza mostrarlo, para perjuicio de su propia credibilidad y de la paciencia de los espectadores. Pero el asunto no mejoró tras la entrevista. En absoluto. En otra sección del deslavazado programa, Mamen Mendizábal moderó (o pretendió hacerlo) un cara a cara entre dos políticos, uno del PP y otro PSOE, a cuenta de la guerra de los vídeos propagandísticos de estas últimas semanas. La ronda inicial de preguntas parecía sacada de una película de los hermanos Marx: al del PP, ¿miente el vídeo del PSOE? Respuesta: Sí. Al del PSOE, ¿miente el vídeo del PP? Por supuesto. Al del PP, ¿Su vídeo dice la verdad? Pues sí. Al del PSOE, ¿y el suyo? Faltaría más... No daba crédito a lo que veía. No se puede hacer una cosa más gilipollas en televisión que este prolegómeno a un duelo dialéctico que lógicamente resultó ser pobre intelectualmente, manipulador y desinformativo pero... ¿Qué quería que le contestasen a esas preguntas? ¿Hay algo más inútil que traer a esos dos políticos a soltar sus promociones y consignas sobre una realidad ajena al ciudadano? ¿Y encima, en vez de enfrentarlos a sus propias contradicciones, dejar que digan sus tonterías con plena libertad?

Dejo el programa un rato para coger aire. Cuando vuelvo están emitiendo un reportaje sobre los chicos marroquíes que tratan de cruzar el Estrecho en camiones de mercancías o autobuses, en busca de una oportunidad de vida diferente en Europa. El tema es serio pero está tan manoseado, tan explotado, tan visto en televisión que el nuevo reportaje no sólo no aporta ningún dato que no se conozca sino que su aire de trascendencia, su pretenciosidad y su anorexia informativa es digna de hacerle pertenecer al mismo grupo de reportajes vacíos y sensacionalistas al que pertenecen los reportajes de A Fondo ( de los informativos de A3). Periodismo basura de investigación. Pero faltaba la guinda. Tras el reportaje aparece de nuevo Helena Resano para moderar lo que parecía una especie de pomposo senado popular cuidadosamente escogido, que iba a hacer preguntas candentes y de actualidad a un magistrado del Tribunal Supremo que estaba invitado para resolver las dudas ciudadanas. El tema era la especulación urbanística y la corrupción en los ayuntamientos. Las preguntas se hacen muy serias, los ciudadanos cumplen con su papel, todos muy circunspectos, con caras de concentración y enorme preocupación. Mientras cada uno de ellos hace su pregunta un rótulo nos informa de su profesión y su edad. En primer lugar interviene una auxiliar de vuelo. Después un estudiante. Las preguntas son sobre temas complejos pero se despachan (como durante todo el programa) con rapidez y sin análisis. Lo mejor llega cuando le toca el turno a una mujer negra. Mientras hace su pregunta el rótulo nos informa sobre ella. Donde en los demás aparece escrita su profesión, en ella aparece: inmigrante. Lo flipo. Ése es su trabajo y condición. ¿Y tú de que trabajas? Yo de inmigrante. Son tan progres y políticamente correctos que nos quieren hacer ver que en su programa todos tienen voz. Aún a costa de parecer unos estúpidos. Lamentable. Una panorámica nos muestra una imagen del conjunto. Observo un hombre que va en silla de ruedas. Ya no puedo más. Apago el televisor. Me queda una duda... ¿Cuándo ese tipo haga su pregunta, el rótulo qué pondrá? ¿Discapacitado?

Qué pérdida de tiempo.

2006/11/14

¿Abandonan los jóvenes la televisión?

Si se estudian los shares de los programas que en los últimos años han arrasado entre adolescentes y jóvenes (Gran Hermano, OT...), se observa una evidente caída en los porcentajes y número de espectadores que los siguen. Por otro lado, en los resúmenes de las audiencias semanales televisivas que hacen los periódicos cada domingo, hace tiempo que se advierte una caída importante en las audiencias generales de la televisión. Me explico. Hace unos poco años las series españolas del prime time o los programas de telerrealidad que transformaron el panorama del medio, llegaban a alcanzar más de seis millones de espectadores. Esas cifras y eso programas (sustentados sobre todo por el favor de los jóvenes) desbancaron a productos más clásicos como Cuéntame que había conseguido el liderazgo antes de la llegada de este fenómeno. A día de hoy, y obviando lógicamente los datos referidos al fútbol (que como siempre sigue arrasando) es curioso notar como esta temporada, Cuéntame vuelve a ser uno de los programas más vistos, pero no porque haya aumentado su número de espectadores (poco más de cuatro millones, se mantiene así desde hace años) sino porque la competencia antes mencionada alcanza a duras penas cuotas del 21% o 22% que se traducen en poco más de tres millones de espectadores (por ejemplo es el caso de Gran Hermano). De hecho la competencia de Cuéntame durante este principio de temporada está formada por series más adultas (no por eso mejores) como Hospital central o El Comisario. La pregunta que surge ante estos datos es: ¿Están abandonando los jóvenes la televisión?

Pues con muchos matices, me atrevería a decir que así es. Tras el empujón que los reality shows significaron, lo cierto es que lentamente los más jóvenes se están alejando de un medio, el televisivo, que les aburre y no les ofrece las novedades y la inmediatez que están consiguiendo por otros caminos. Como ya apuntaba en el post sobre Perdidos y a pesar de que aún lógicamente no es un fenómeno que se haya expandido a toda la población, los datos dicen que el 30% de los hogares españoles ya posee Internet de banda ancha (aún por debajo de la media europea), y esta nueva posibilidad se ha convertido en algo sumamente apetitoso para los más jóvenes a la hora de diversificar su ocio.

Desde luego no es que vayan a ser menos tontos por no elegir ver la televisión. Con Internet y al nivel que suelen utilizar la red muchos adolescentes, la pérdida de tiempo y el grado de alienación que pueden llegar a alcanzar puede incluso ser mayor que cuando se sentaban frente a la cajatonta. Tampoco es algo radical. No es que vayan a dejar de ver la televisión por completo. Además, la justificación para esta caída en las audiencias de los que eran sus programas referente también se podría achacar en parte a la reiteración de las mismas propuestas año tras año (con el cansancio que eso genera), y a la aparición de nuevas cadenas como Cuatro o La Sexta. Pero este nuevo fenómeno internauta es real y sólo hay que hablar con chicos y chicas que tengan ADSL en casa para comprobar que a poco que sus padres les dejan, se refugian en sus cuartos y se conectan a Internet (los programas de mensajería instantánea arrasan entre ellos). Los mayores, siempre ajenos a los usos de ocio de las nuevas tecnologías, siguen reconociendo en cambio la televisión como algo propio, pero los mas jóvenes están convirtiendo la red en su territorio personal, ajeno al de los adultos de su hogar, un lugar donde pueden estar conectados desde sus casas con sus amigos, y donde encuentran infinidad de posibilidades de diversión. Puede que a la televisión convencional le haya llegado el momento de enfrentarse a un competidor de su altura.

2006/11/07

La hipocresía de Libertad Digital

El problema de Libertad Digital, de Jiménez Losantos y de la cuadrilla de tertulianos, periodistas, pseudohistoriadores y demás que integran su nómina ha sido la incapacidad de mantener un criterio inalterable e inequívoco respecto al derecho a la libertad y la independencia informativa. Sin duda, su más trágica y miserable contradicción. Leo en ese periódico digital la noticia de que Telesur, la cadena venezolana, ha comenzado a emitir en Madrid a través de una serie de cadenas locales ¿Es sólo una noticia? ¿Por qué en portada? Al leer el texto y tras la presentación aparecen la siguientes afirmaciones: “cadena ... que es, de facto, el principal órgano de propaganda de los regímenes de Castro y Chávez” “...apoya dictaduras como la cubana, y es hostil a las democracia estadounidense”.

¿Qué problema tiene Libertad Digital con el hecho de que España pueda emitir una cadena que recibe el apoyo de diferentes países como Argentina, Bolivia, Brasil o Uruguay? ¿Una cadena que tiene un consejo consultivo al que pertenecen entre otros Eduardo Galeano o Adolfo Pérez Esquivel? Porque no parece que tan sólo sea una mera reseña sobre la llegada de esta cadena a nuestro país. Es más, ni siquiera se hace una crítica periodística de los contenidos de la misma, más bien parecen querer indicarnos que la presencia de esta cadena y de sus contenidos simplemente no es bienvenida y además, aprovechan para recordar (qué coincidencia) que se emite a través de cadenas locales que en Madrid no han conseguido licencias en la última asignación que realizó Esperanza Aguirre. Concesiones que casualmente favorecieron a la empresa de Losantos (que está a punto de comenzar sus emisiones), así como a El Mundo, la Conferencia Episcopal y todos los medios afines a la derecha.

El problema, repito, es que con el tiempo se les ha caído la careta con la que comenzaron mostrándose ante los ciudadanos. Con el tiempo se ha comprobado que sus gritos en defensa de la libertad y la independencia tan sólo se referían a la idea de alcanzar poder para tener libertad e independencia para mentir, manipular y engañar tanto o más que los otros. El grado de sectarismo e información selectiva y distorsionada es brutal en Libertad Digital. La sistemática ocultación y manipulación de noticias que incomodan o perjudican su línea editorial es evidente. Y se permiten criticar a través de una noticia burdamente editorializada las emisiones de una televisión de un país que es democrático por mucho que les pese y no quieran reconocerlo. Un país cuyo presidente Hugo Chávez (que no es precisamente santo de de mi devoción política aunque no hay que olvidar que todo lo que nos llega de él es desde la perspectiva siempre presuntuosa y prepotente de los medios occidentales) ha sido elegido en las urnas por sus ciudadanos, y la verdad no recuerdo críticas tan salvajes como las que se dedican a este personaje vertidas sobre otros gobernantes como Gadafi (cuando regaló un caballo al entonces presidente Aznar), o el presidente chino (cuando viene de gira por los países occidentales y todos los empresarios y políticos de nuestros países babean a su paso sin tomar en consideración que preside un estado que está siempre situado en los peores puestos de las listas de vulneración de derechos humanos en el mundo).

Si la queja a estas emisiones se basa en el sectarismo de las mismas y la adulteración de la información, sugiero que Libertad Digital se mire el ombligo y analice sus informaciones propias, cómo las elaboran y cómo las seleccionan, antes de venir a mostrar una hipócrita indignación y un fingido sobresalto porque vengan de fuera a ensuciar el panorama mediático de este país. Hay demasiada mierda general para que un poco más de suciedad se pueda notar.

2006/10/19

El porqué del fracaso de Perdidos en TVE

Perdidos, la serie americana que narra las desventuras de un grupo de supervivientes que quedan atrapados en una isla tras el accidente del avión en el que viajaban y que ya marcha por su tercera temporada de éxito en los EEUU, fracasa estrepitosamente en España, donde actualmente se emite la segunda temporada. Esta vez dicho fracaso no se puede achacar ni siquiera al maltrato horario que TVE suele hacer a este tipo de series americanas de éxito (pese a que sí habría que incidir en la pésima promoción), puesto que el ente público hasta ahora emite la serie en el prime time de los miércoles aunque con una temporada de retraso respecto a las emisiones de EEUU. Este retraso, que para los estándares clásicos de televisión se podría considerar mínimo, es en realidad un gran error. Si TVE hubiera emitido esta temporada en primavera estoy seguro que sus audiencias hubieran sido mayores. Una serie que triunfa en todo el mundo y suele arrasar en las audiencias americanas fracasa inexplicablemente (en principio) en las pantallas españolas, cosechando miserables cuotas del 7% u 8% a pesar de que se programan dos capítulos por noche, algo que debería agradecer el espectador habitual a la serie. Pero tal vez no sea tan extraño ese fracaso. Algo ha cambiado en los espectadores y a las estrechas mentes directivas parece que no les entra en la cabeza.

Lo que ha cambiado irremisiblemente es la sensación de inmediatez que los programas de descarga por internet han otorgado a unas nuevas generaciones que están modificando sus hábitos televisivos de forma imparable, sin que los dueños de las cadenas y los productos televisivos encuentren la forma de frenar, manejar y controlar estas variaciones. Perdidos es una serie claramente enfocada para personas que en general no superen los 35 años. La trama es extremadamente confusa, con miles de cabos sueltos que se cierran o no con el tiempo, se plantean unos interrogantes que jamás parecen ser contestados pues otros nuevos aparecen de la nada para sustituirlos, la producción es vertiginosa ya que la cámara se mueve con enorme rapidez persiguiendo a los nuevos robinsones y además se producen constantes regresiones en el tiempo que sirven para explicar las actitudes actuales de los personajes así como para conocer mejor sus motivaciones. Todo esto hace de esta serie un imposible para muchas personas mayores, poco acostumbradas a este ritmo y este enfoque claramente deudor de los videojuegos en su estética. Están más acostumbradas a seguir con naturalidad series de corte clásico y trama lineal como puede ser Cuéntame o las series españolas para todos los públicos que suelen triunfar en el prime time habitualmente.

El problema estriba pues en que el público que ve Lost es un grupo de población muy conectado a internet, directa o indirectamente, y que ha vivido el desarrollo y la evolución de esta serie principalmente a través de ella. Al mismo tiempo que TVE emite la segunda temporada de la serie los internautas interesados se están descargando por la red los capítulos de la tercera temporada en versión original, mientras distintos grupos de ellos realizan en tiempo récord diferentes traducciones de los capítulos y ponen a disposición de todos aquellos que lo deseen los subtítulos en castellano de cada episodio, siempre de manera gratuita y sin coste adicional. En internet se está realizando con naturalidad algo que no creemos posible en el mundo real: el libre intercambio de trabajos y productos inmateriales, de ideas, de programas entre personas que no se conocen entre sí pero que se ofrecen a sí mismos y a los demás la posibilidad de disfrutar, por ejemplo como en este caso, de un capítulo de una serie que un jueves es emitido en USA y que ese mismo fin de semana puede ser disfrutado en una casa española, con una calidad de imagen francamente buena. Y eso se consigue gracias a la labor desinteresada de algunos que serán denominados por muchos como frikis pero que indirectamente son parte de la causa del fracaso de las emisiones convencionales de estas series en otros países (como el nuestro).

La solución parece clara. El público joven no es tan pasivo como lo fue el de otras generaciones, exige inmediatez y si no la obtiene y dispone de los medios no pierde el tiempo quejándose, sino que ella misma se consigue lo que quiere al margen de los caminos convencionales. Si TVE y el resto de las cadenas no quieren darse cuenta allá ellas, pero con este tipo de series como Perdidos, cuya trama te deja siempre en suspense y ansioso de disfrutar de una nueva entrega, se equivocan si piensan que el público va a esperar pacientemente que directivos desconectados de la realidad cuadren sus parrillas y les hagan esperar durante meses. O empiezan a preocuparse por emitirla prácticamente del ritmo americano de emisión o que se despidan de sacar beneficios con estos productos.

2006/10/08

Cuando la información es mera publicidad: Alatriste y Los Borgia

En menos de un mes hemos asistido a dos ejemplos en nuestra televisión de autopromoción engañosa, de publicidad disfrazada de información, diseñada con inteligencia pero que al verla deja la lamentable sensación de presenciar un descarado intento de mentir y manipular al personal despistado. Primero fue Alatriste. Telecinco hizo una campaña brutal anunciando la cinta sobre el héroe de Arturo Pérez Reverte, lo cual no sería criticable sino fuera porque sus informativos se convirtieron en un anuncio constante y cansino en el que se repetían constantes alabanzas sobre la que decían que era la producción española del año. Expresaban sin pudor y con vehemencia la obra de arte cinematográfico que significaba la película y hacían pasear sin vergüenza por los platós de esos informativos a los actores de la película. Nadie comentó nunca que el film, al tratar de resumir una serie de novelas en poco más de dos horas, adolecía de un guión deslavazado que intenta acaparar demasiado. Afortunadamente, a través de fuentes de información más libres (véase blogs y revistas independientes) la película pudo ser analizada con mayo rigor, siendo descritos con más tranquilidad sus evidentes aciertos pero también sus defectos, y no con el autobombo con que los críticos habituales se dedicaron a elogiar la película ni con la indescriptible hipocresía que los Piqueras y compañía hicieron gala a la hora de “informar” sobre la película.

Ahora han llegado Los Borgia. Antena Tres que no dedicó más que algunos segundos a la noticia del estreno de Alatriste en sus informativos (lo que debiera ser normal) se ha volcado con ardor y pasión en la promoción de la película de Antonio Hernández que narra la apasionante historia de una familia poderosa con unas ansias enormes de poder. No puedo criticar la obra, aún no la he visto. El problema no es lo buena a o mala que sea. El problema es la credibilidad de unos informativos, los españoles, ya sean privados o públicos, que cada día descienden más en la cuesta que los arrastra hacia la mediocridad, la irrelevancia, el sectarismo, la futilidad y la falta total de compromiso y respeto periodístico hacia sus espectadores.

El problema es que se enmascara como información lo que es mera autopromoción. Muchos sabemos que T5 es la empresa que produce Alatriste y que Los Borgia es una producción de A3 que la cadena ha decidido emitir primero en los cines antes de programar la serie por televisión, en un interesante intento de rentabilizar doblemente el mismo producto (algo que creo que no se había hecho antes, al menos en España). Pero la crítica debe aparecer porque me encuentro con mucha gente despistada, con señores mayores, con chavales adolescentes a los que les asombra todavía saber quién está detrás de estas películas, les sorprende conocer que lo que se les vende como noticia cultural en un informativo serio de televisión no es más que un patético publirreportaje promocional. Les sorprende conocer que un representante de la prensa anoréxica gratuita como es ADN, que siempre llena sus páginas de mininoticias simples y directas, realiza un especial a toda página anunciando el estreno de Los Borgia, comentando que es una producción de A3, pero sin darles a sus lectores la valiosa información que la empresa que edita ese periódico es la misma que posee A3 (Grupo Planeta). Y no es algo que dé igual. Porque si conocieras ese dato ya entenderías que lo que lees no es una noticia sino una mera autopromoción interesada. Y allá cada uno con lo que se cree de los anuncios.

En una sociedad en la que cada vez más unos pocos grupos económicos controlan más medios de comunicación que no parecen interrelacionados entre sí para el público general, me parece necesario criticar estos sucesos y defender que al menos los servicios informativos de las cadenas de televisión, eso informativos que siempre han servido para dignificar o destruir la reputación de dichas cadenas, no se pongan también al servicio promocional de la empresa matriz sin al menos comunicárselo honestamente a sus espectadores, a los que terminan manipulando a su antojo con una desfachatez que emerge de la arrogancia.

2006/09/29

El regreso combativo de José María García

Tras tanto tiempo desaparecido, tras su abandono voluntario de las ondas españolas, tras superar un cáncer traidor y tras un par de entrevistas o diálogos digitales, anoche reapareció un José María García en estado puro en el programa de Buenafuente, para disparar contra todo y contra todos. Para responder con su verdad, no una verdad abstracta, sino aquello que él piensa sobre cuáles son los males que achacan al periodismo actual, sin tapujos, dando cera a todas las televisiones incluida la cadena a la que pertenece el programa que le había invitado, y analizando (mientras los chorras del programa le permitían sin hacer algún chistecito fácil, fuera por completo de lugar anoche) el panorama audiovisual español ante un Buenafuente un tanto intimidado por la incansable verborrea de su invitado y por los elogios que éste le dedicaba.

Escuchar la voz de García es rememorar noches y noches de insomnio donde el periodista era capaz de lograr que los enemigos más acérrimos se encontraran cara a cara en las ondas de la radio, dando lugar a apasionantes encontronazos radiofónicos que se echan de menos en las actuales desoladoras ondas deportivas. García también tuvo su momento de ensoberbecimiento y megalomanía. Lo pagó caro, no quiso darse cuenta del cambio de tendencia de una sociedad que ya no quería dormirse encabronada o excitada y que buscaba una mirada hacia el deporte más tranquila y divertida. De la Morena lo adelantó por la derecha a pesar de que sea cierto que sufrió también en primera persona el mayor ataque al periodismo libre de este país en democracia, como fue la absorción de A3 Radio por parte de PRISA, su mayor competidor de por entonces.

Pero el tiempo ha pasado, anoche se observó un García más tranquilo, menos atado por sus propios delirios de grandeza, más reflexivo, realizando una análisis inteligente sobre el personaje de Federico Jiménez Losantos, sobre el poder de PRISA y lo que ellos significa, sobre la degradación de los contenidos televisivos, sobre las repulsivas relaciones de políticos y periodistas, hablando claro sobre el patético personaje que es Luis Herrero (podía haber comentado algo parecido sobre lo que ha hecho Cayetana Álvarez de Toledo) y sobre la imposibilidad manifiesta de ejercer al mismo tiempo de periodista y representante público bajo el paraguas de un partido político. Incluso se permitió una pulla a los programadores de A3 sobre el hecho de que dejen que el programa de Buenafuente comience a las 12:45 de la madrugada. Además de todo eso comentó algo que por obvio se olvida demasiadas veces de comprobar y comprender su significado, como es el hecho de conocer quién está detrás de los medios de comunicación y qué presión ejercen los dueños de los medios a la hora de enfocar la información. La dictadura de las empresas lo llamó. Yo lo suscribo.

Ha pasado mucho tiempo desde que García abandonó los deportes en la radio. No veo posible su regreso, ni siquiera necesario (salvo para él mismo, para sentirse vivo otra vez, algo que respetaría y admiraría en alguien que ha pasado por el trance médico que él ha superado) pero escuchar los programas deportivos de hoy día y recordar épocas no tan lejanas es desolador: De la Morena en la SER se ha convertido en un personaje bastante siniestro, acomodado, tirando a baboso en las entrevistas, sin ritmo y con una lamentable utilización del castellano. Menos mal que mantiene a su equipo que lo arropa y le da el liderazgo a pesar de que también muestre signos de cansancio y agotamiento. A Abellán en la COPE se le ve siempre fuera de sitio, dando molestas voces y rodeándose de una cohorte de fanáticos tertulianos que noche a noche repiten las mismas tonterías y los mismos argumentos. Y qué decir de Onda Cero que lleva dando tumbos cuatro años en busca de un líder para sus deportes y este año presenta a uno de los peores periodistas que yo haya escuchado o visto jamás, Iñaki Cano, un tipo al que escuchar es un auténtico suplicio. Puede que ser que ya no sea hora de que José María García vuelva, pero tal vez recordarle y valorar el periodismo de altura que durante mucho tiempo hizo, sirva para intentar superar esta etapa de lamentable y bochornoso periodismo deportivo, así como de un periodismo político atrincherado y demasiado al servicio de intereses políticos y empresariales.

2006/09/25

José Bono, ha nacido una estrella

Acabamos de saber que José Bono, ex ministro de Defensa, ha fichado por el programa matutino de Ana Rosa Quintana, donde ejercerá de tertuliano. Algo que no resulta sorprendente para los que conocen de cerca la trayectoria del político manchego, pero que invita a reflexionar, una vez más, sobre el contubernio incipiente entre la prensa y los políticos, y sobre las aspiraciones mediáticas de esa elevada élite que dirige nuestros destinos.

La relación entre la prensa y la política siempre ha sido complicada y tortuosa, pero muy prolífica para ambas partes: los políticos necesitan de la prensa, al igual que los medios necesitan del sustento de la actividad política. La historia política de la segunda mitad del siglo XX resulta difícilmente comprensible si no se atiende a este permanente duelo dialéctico. Los principios totémicos del Cuarto Poder aplicados a la estricta observancia de la vida política han derivado a la postre en una suerte de complicada maquinaria de interrelaciones y confluencia de intereses en la que se asumen hábitos y costumbres que hace un siglo hubieran sido inconcebibles. Prácticas como, por ejemplo, que los periodistas acaben haciendo carrera política o que los políticos se conviertan en habituales colaboradores de los medios. La interdependencia entre los políticos y la prensa se observa de forma especialmente cristalina en la proliferación de periodistas que acaban incorporándose como asesores de los políticos. Cualquier alcalde, consejero o alto cargo de la Administración cuenta ya con su propio gabinete de asesores, entre los que el 90% son periodistas profesionales. De hecho, está demostrado que un porcentaje elevado de plumillas acaba accediendo a la jubilación desde un cargo de asesor, entre otras cosas porque los sueldos son bastante más elevados que los de cualquier romántico periodista de categoría rasa.

El movimiento de José Bono era de esperar. El carismático político ya hacía sus pinitos durante sus años de presidencia en el Gobierno de Castilla-La Mancha, donde disponía incluso de un programa semanal de entrevistas en el que Bono ejercía de maestro de ceremonias y se quería mucho a sí mismo exhibiendo su particular diletancia campechana. En eso, el político siempre se ha parecido mucho a sus denostados Fidel Castro y Hugo Chávez. Como ellos, Bono siempre ha sentido una especial querencia por la televisión, y ha demostrado cierta sensibilidad para transformar sus mensajes y su acción política en todo un espectáculo de masas.

Habrá que seguir de cerca a Bono. Es posible que pueda hacer carrera en televisión. Podría producirse el fenómeno Reagan, pero a la inversa. Tiene todos los atributos: entra por los ojos a las abuelas, es el marido ideal para cualquier ama de casa, tiene buenas formas, maneja bien la demagogia y siempre está predispuesto al chiste. A lo mejor, al final, acaba derrotando a Buenafuente en un late night. Con estos políticos nunca se sabe.

2006/09/19

Mujeres, una serie española diferente en La Dos

Sin lugar a dudas Mujeres (una producción de El Deseo, la productora de los hermanos Almodóvar) es una apuesta diferente en el panorama de la televisión española. Aporta una veracidad y un realismo tragicómico que la distingue con claridad de las manidas comedias que llevan años triunfando en este país a base de repetir tópicos y situaciones durante decenas de episodios (que además después las cadenas reemiten sin compasión para terminar de estrujar y destrozar el producto). Aunque la productora de la serie asegura que Almodóvar no tuvo nada que ver en el proceso creativo de la misma (cosa que no hay por qué dudar) lo cierto es que tanto el tema escogido como la manera de enfocar el argumento beben claramente del universo del director manchego, sobre todo de las películas en las que retrata los avatares de los barrios de una gran ciudad y la fuerza de las mujeres que sobreviven en ellos (¿Qué he hecho yo para merecer esto? y Volver).

Han escogido un grupo de actrices semidesconocidas que dan vida a una mujer, Irene (Chiqui Fernández) que tras quedarse viuda debe ponerse al frente del negocio familiar mientras trata de sacar adelante a su familia, formada por su madre, una mujer fuerte que está empezando a perder la razón (Teresa Lozano), la hija mayor que vuelve a casa tras su enésimo fracaso sentimental (Carmen Ruiz) y la hija menor, inteligente pero acomplejada que no ve con buenos ojos el regreso de su hermana (Inma Cuevas). Junto al resto de personajes secundarios que aparecieron en el primer capítulo reflejan con acierto el día a día de un barrio cualquiera de una gran ciudad, un lugar donde las risas acompañan con facilidad a las lágrimas y en el que las relaciones y conversaciones entre las mujeres, sus deseos y frustraciones se presentan con marcada fuerza y verosimilitud.

Los directores, Félix Sabroso y Dunia Ayuso, dieron muestra en el primer episodio de oficio y de saber controlar el ritmo de la historia, dejando fluir a los personajes con naturalidad, mostrándonos las ágiles conversaciones y los inevitables enfrentamientos de estas mujeres con carácter y personalidad que, a pesar de su fuerza e independencia, no podrían vivir las unas sin saber de las otras. Como la vida misma. No obstante incurren, tampoco sé muy bien por qué, en algunos errores innecesarios que entorpecen la narración y que no sabemos si cobrarán sentido en episodios posteriores. Es el caso del personaje del neurótico que tiene que desayunar cada mañana en la misma mesa de la cafetería-panadería que regenta Irene (es demasiado evidente y no aporta nada la copia del personaje que interpretara Jack Nicholson en Mejor Imposible) o la presencia de la chica cubana que trabaja en el negocio y que, al menos en el episodio de ayer, desfilaba ante la cámara sin saber muy bien que papel desempeñaba en la historia.

Lo iremos viendo a lo largo de las semanas. La serie consta de 13 episodios y los directores prometen que es autoconclusiva (lo que es de agradecer, estas historias cuando se alargan pierden siempre calidad). Tras haber sido presentada como gran apuesta para La Primera la temporada pasada, sufrió una serie de retrasos que impidieron su estreno entonces y al final ha terminado siendo emitida los lunes en La Dos. Imagino que esto servirá para protegerla de la lucha de las audiencias, aunque su repercusión y difusión será inevitablemente menor.

TVE, sigue a lo suyo, haciéndose cada día el haraquiri. Como leía en un comentario del blog de Electroduende, mientras la bazofia de Ana y los siete se emitió durante años en el prime time de La Primera, Mujeres ahora, es desterrada a La Dos. Queda todo dicho con eso. Se merecen la agonía.

2006/09/14

La verdadera cara de Iñaki Gabilondo

Al poco de comenzar con este blog, allá por enero de este año, Gabilondo realizó una entrevista al Presidente del Gobierno. Ya por entonces escribí que debido a los formalismos periodísticos establecidos en este país, raramente un político entrevistado decía algo inteligente o novedoso en este tipo de entrevistas. A pesar de ello, vi la entrevista a que ayer el mismo periodista hizo a Mariano Rajoy, no tanto por el hecho de que el líder del PP fuera a decir a algo interesante sino por ver el tipo de entrevista que Gabilondo le iba a plantear, horas después del cisma político-periodístico que se ha montado con el asunto Trashorras. Quería analizar al periodista.

Estupefacto asistí a una primera pregunta brutal y directa, sin clase, fuera completamente de lugar por la falta de sutileza: ¿Quién dirige el PP? ¿Lo dirige usted, lo dirige Aznar, lo dirige Federico Jiménez Losantos? Sin tapujos, a la yugular. La pena es que Rajoy no tuviera los reflejos necesarios para contestarle que FJL en todo caso, mandaría tanto en el PP como Polanco en el PSOE. Con la diferencia que uno es sólo un periodista con ínfulas de poder y el otro es un empresario asentado en el poder. Aclaremos lo que pienso. Yo sí creo que Rajoy está siendo arrastrado por el ala más radical de su partido y de su base social y mediática hacia posiciones en las que no se siente cómodo. Una debilidad fruto de haberse dejado elegir a dedo y no haber ganado las elecciones del 14 de Marzo. Sí creo que la política del PP está siendo dirigida por la agresividad de una masa social que filtra la información a través de un ensoberbecido periodista (FJL), que con el tiempo, como ya escribí en otro lugar, ha derivado en un personaje rencoroso, sin la más mínima objetividad ni coherencia. Si un periodista de Diagonal, o de algún medio independiente no contaminado en este país hubiese hecho esa pregunta a Rajoy, yo estaría completamente de acuerdo con la dureza y el descaro exhibido. Pero lo que me da asco es el cinismo que significa que sea Gabilondo, en Cuatro (Canal Plus en abierto ¡ja!), quien, cual adalid del periodismo libertario, sirva servilmente a los intereses del PSOE desde la tribuna de un pretendida independencia y credibilidad que ya no hay quien se la crea.

El problema se hace más evidente al comparar la entrevista que el mismo Gabilondo le hizo a Zapatero con la de anoche a Rajoy. Hace ocho meses escribí que el problema de estas entrevistas era que tras una apariencia de dureza en las preguntas que el periodista realizó a Zapatero, se escondía una renuncia consciente a profundizar y a herir al presidente, una renuncia a ponerlo contra las cuerdas, a hacer que se tuviera que explicar con precisión más allá del discurso que llevaba preparado. Por ese motivo nunca le hizo segundas preguntas inquisitorias sobre los asuntos que trataron, esas preguntas que siempre desestabilizan al entrevistado y le hacen ponerse nervioso. Pero era mentira que Gabilondo no supiera entrevistar ni acorralar a su invitado. Lógicamente conoce a la perfección las teclas del medio, sabe indagar y presionar para que las dudas de éste al responder a su insistencia se conviertan en victorias de las tesis que como periodista claramente defiende. La insistencia respecto al tema de los sondeos, al 11M o a la débil posición de Rajoy dentro de su partido no hacían más que evidenciar las diferencias entre un entrevista servil (la que hizo en su día a Zapatero) y una entrevista militante y partidista (la de ayer a Rajoy).

Allá aquellos que no quiera ver lo sectario que es su amigo Iñaki, la entrañable voz que les despertaba por las mañanas. Pero si después de lo de anoche siguen asentados en el discurso de que es un periodista equilibrado, educado y con un alto grado de independencia, yo ya no sé que necesitan para despertar y dejar de seguir líderes mediáticos para comenzar a intentar conformar opiniones propias más allá de ellos.

2006/09/03

El desquite de Andrés Montes

Pensé en escribir un post sobre él tras su labor en el Mundial de Fútbol. Me pudo la nostalgia y el respeto. Nostalgia de aquellos años en los que lo escuchaba en Antena 3 Radio, junto a José María García, una radio deportiva que forma parte de mi trayectoria vital; y respeto porque no es nada fácil en el panorama periodístico español labrarse una carrera como la suya, tan característica y personal. Andrés Montes es más que un periodista al uso, es un personaje en sí mismo con su calva y su eterna pajarita, un showman que comprende que el deporte debe ser un espectáculo y que el espectador es alguien a quién se debe divertir y nunca aburrir. Sólo otro periodista, perteneciente a otro ámbito completamente diferente, es comparable a él en cuanto a la creación de un halo personal, intransferible y perfectamente reconocible. Hablo de Carlos Pumares, cuya trayectoria tristemente errática de los últimos años no debe empañar las infinitas noches de monolitos y consultas imposibles que nos hizo disfrutar, en una radio que antes del sueño era capaz de transportarnos la magia del cine (recomiendo leer los posts escritos por Ivan Reguera en su blog de Periodista Digital que sirven de adelanto de la próxima publicación de un libro de entrevistas con él).

Seguimos con Montes. No se puede ocultar que sus retransmisiones en el Mundial de Fútbol de Alemania en La Sexta, fueron bastante pesadas, deshilvanadas, excesivamente reiterativas y sin ningún sentido del ritmo. Ése es el problema fundamental: el ritmo. El fútbol es un deporte con un ritmo completamente diferente al del baloncesto. Es más pausado y requiere una narración que aporte emoción e información de manera distinta, mientras que el baloncesto es un deporte donde todo sucede a una velocidad mucho mayor, y cuyas normas impiden que se generen momentos muertos. Rápidamente se le vio como pez fuera del agua, su verborrea inagotable no se adaptaba al fútbol y además su pareja de retransmisiones, Julio Salinas, carecía de las mínimas condiciones oratorias exigibles a un comentarista deportivo (creí que nunca escribiría esto, pero es que hacía bueno a Míchel...). Por los motivos citados y salvo escasos destellos de su agudo humor (como la desesperada apelación a su compañero:¡¡Salinas, dime algo!!) escucharlo era una auténtica pesadilla, llegando incluso a molestar, y a pesar de que lo intenté volví a refugiarme en la radio (costumbre ancestral en mi familia y en las de tantos de este país) para seguir las retransmisiones de los partidos del Mundial.

Pero ahora ha vuelto. Me alegra haberme reencontrado con él mediante la cobertura que La Sexta ha hecho del Mundial de Baloncesto de Japón. Como narrador de baloncesto, cuyos entresijos domina a la perfección, el periodista capaz y ágil reapareció, el personaje volvió a fluir con facilidad, y su naturalidad y humor han servido de vehículo perfecto para disfrutar de este deporte y del espectacular papel de la selección española en este Mundial. España arrasó y Montes nos lo contó. Con ritmo, gancho, tensión y chispa, las retransmisiones de la selección española han sido todo un éxito. A falta de los datos de audiencia de la final, los resultados de la emocionante semifinal con Argentina fueron espectaculares para La Sexta ( 29,4 % de share, con un 32,4 % en los intensos minutos finales). Perfectamente acompañado por un divertido e inteligente comentarista como es Iturriaga, Montes se impone al partido de turno, lo cuenta a su manera y a pesar de sus detractores demuestra que hay pocos que tengan su carisma para narrar baloncesto. Y no sólo eso. Con este tipo siempre hay algo más. Porque la verdad, yo me reí bastante cuando al final del partido de España contra Argentina vimos a Montes, Iturriaga y De la Cruz tomando una copita de vino tinto y ahogándose en jamón para celebrar tan sufrido triunfo. La tele es espectáculo, show, y esta gente sabe perfectamente de qué va esto.

Un placer, pues, volver a encontrar a Andrés Montes. Y un consejo cariñoso, si me lo permite: no deje que le vuelvan a liar y no lo intente de nuevo con el fútbol. A mí me encanta ese deporte pero hay que reconocerlo, el fútbol no puede con su ritmo.

2006/09/01

"Alatriste": triunfa el modelo americano

Con su primera trilogía espacial, George Lucas nos enseñó de qué forma el marketing puede contribuir a hacer de un fenómeno fílmico todo un objeto de culto, hasta convertir a la pieza cinematográfica de origen en una pieza más dentro de un sofisticado y descomunal engranaje encaminado al exclusivo fin de hacer caja. Desde que Lucas, Spielberg y otros avispados “hijos de la televisión” impusieron su modelo de negocio cinematográfico, en el que la película es tan sólo un elemento dentro de una campaña global de mercadotecnia de inconmensurables dimensiones, el Séptimo Arte norteamericano se ha guiado por esta forma de espectáculo audiovisual, donde confluyen manifestaciones audiovisuales y comerciales tan variadas como el videojuego, el vídeo musical, el merchandising, los juguetes, las inserciones informativas pagadas o la promoción comercial. Con la irrupción de “Alatriste”, la industria cinematográfica española demuestra que, tristemente, ya está preparada para emular al gran gigante americano. “Alatriste” será como sea, pero la campaña comercial que la ha antecedido no tiene precedentes en nuestro país.

Resulta muy complicado echar un rato de televisión en estos días sin toparte con espacios promocionales de la película. Esta promoción no aparece tan sólo en forma de trailers o microespacios publicitarios: el jueves, coincidiendo con la presentación de la película, todos los informativos y espacios de actualidad sin distinción dieron extensa cobertura a la película, en algunos casos con calificativos que resultaban sonrojantes. Sin ir más lejos, Pedro Piqueras definía en su informativo de noche el estreno de la película como un “acontecimiento mundial”. Todo se entendía, claro, al llegar al tiempo de publicidad, consagrado a un espectáculo de fuegos artificiales publicitarios sobre “Alatriste”.

Esta promoción no está sólo en televisión, aunque es a través de este canal donde cobra más fuerza. “Alatriste” ya está en los quioscos, en las chucherías infantiles, en las marquesinas, en las vallas publicitarias, en todo lo que pueda ejercer de reclamo. Se trata de una invasión en toda regla frente a la que la huida resulta muy complicada. Con más de 25 millones de euros de presupuesto, las informaciones sobre el film se refieren a ella como “la producción más cara de la historia del cine español”. Nadie habla, sin embargo, de los millones de euros que habrá costado la campaña comercial y de promoción; me arriesgo a asegurar que casi tanto, o incluso más, que la propia película.

No tengo nada contra “Alatriste”, iré a verla porque creo que la gente que está detrás de la película tiene talento y valía, pero lo que está claro es que este film será histórico para el cine español y no sólo por su calidad artística: supone, definitivamente, el salto de nuestro cine (y por tanto, el reconocimiento) hacia el modelo de superproducción americana al que el cine europeo siempre ha intentado contraponerse.

2006/08/31

No hay quien se lo crea

Con estupor asisto en estos días a la campaña institucional promovida conjuntamente por el Ministerio del Interior y la cadena de comida rápida MacDonald’s para favorecer el uso del cinturón en los automóviles (“Haz click” es el eslogan). Resulta del todo comprensible y recomendable que la Dirección General de Tráfico lleve a cabo una campaña de concienciación sobre este importante aspecto de la seguridad vial, pero lo que resulta inconcebible es que se preste a hacer el viaje con semejante compañero. En su lucha permanente por lavarse la cara ante los que acusan a la multinacional norteamericana de estar inculcando valores alimenticios insanos entre los más jóvenes, MacDonald’s está en su derecho de recurrir a erigirse en el defensor de la salud pública apelando a uno de los problemas más graves que padece la sociedad española, la elevada mortandad en carretera, pero lo que no puede entenderse es que el Gobierno español permita que su imagen sea utilizada para este programa que no es más que una estrategia velada de marketing empresarial.

Cualquier persona informada conoce lo que significa MacDonald’s; sabe el flaco favor que le ha hecho a generaciones de ciudadanos sobre y mal alimentados; también conocen su modelo de negocio, sustentado, al igual que su comida, sobre la contratación basura. La generación de riqueza y empleo de esta multinacional es tan endeble y discutible como su contribución a la gastronomía mundial. En 2004, Morgan Spurlock nos demostró con aquel happening del colesterol llamado “Super size me” lo peligrosa que podía ser una alimentación fundamentada exclusivamente en la ingesta de comida McDonald’s; Werner y Weiss, en la primera edición de “El libro negro de las marcas”, señalaban a MacDonald’s como una de las tres empresas más “infames” de la economía mundial. Existen numerosas leyendas urbanas -esa expresión latente del subconsciente colectivo- en torno a la “experiencia MacDonald’s”. Probablemente la que tenga más predicamento sea aquella que aludía a una persona que encontró una pata de rata dentro de una hamburguesa. Particularmente, no concibo un personaje más siniestro e inquietante que el payaso de MacDonald’s, el tal Ronald MacDonald’s. Él es quien protagoniza el anuncio del cinturón, del que lo mejor que puede decirse es que consigue captar la atención: uno espera que en cualquier momento el payaso saque una hamburguesa o un cuchillo del bombacho.

Ignoro qué hay detrás de este anuncio. Qué cláusulas conforman el convenio de colaboración que habrán suscrito el Ministerio y la cadena norteamericana. Cuál es la contraprestación económica, a qué compromete a cada uno. De lo que sí estoy seguro es de la incredulidad que provoca en muchos espectadores. Hay empresas a las que la función social les funciona, pero en el caso de MacDonald’s no hay quien se lo crea. Y dentro de ese "quien" debería estar el propio Ministerio.

2006/08/18

Los picores de María Patiño

Leporino García

Hace algunas semanas, coincidí con la periodista María Patiño cuando salía de hacer ejercicio de su gimnasio habitual. La simpar cronista del cuore, princesa de la estridencia, juez intachable de las conductas de los famosos, debía tener un problema de escozor en la zona alta de sus nalgas, justamente donde las nalgas pierden ese nombre: la susodicha no paraba de toquetearse y rascarse, incapaz de contener el picor.

En ese momento, me vinieron a la cabeza decenas de imágenes televisivas de grabaciones ilícitas a famosos, que sirven de soporte a los programas habituales del corazón: toreros hurgándose las narices, presentadoras rozándose con sus parejas en discotecas, caminares mareados de actores pasados de copas...

El Mundo llevaba precisamente a su portada del dominical de esta semana el rostro de una María Patiño sonriente y chic, sonriendo perspicaz al objetivo detrás de unas gafas de lo más cool. El magazine dominical de El Mundo es una publicación seria, pero al ver la portada he imaginado qué bien hubiera lucido esa otra portada con la Patiño y sus problemas cutáneos en las partes bajas.

Creo que hay mucha gente que está esperando eso: el público está cansado de ver a la fauna de comentaristas del corazón revolviéndose en la ponzoña de la crítica agresiva y desmedida contra los famosos, y cada vez más –lo constato en los bares, en los cafés del trabajo, entre los amigos- reclama que este elenco de personajuchos vampíricos se convierta en objetivo del escarnio.

En estos tiempos de barroquismo televisivo, donde cada día surgen propuestas a cual más descabellada, sería interesante plantear un espacio dedicado a seguir la vida y miserias de la carroña del corazón. A qué dedican su tiempo, de qué manera se emborrachan, cómo engañan a sus parejas; cuánto cobran por contar sus patrañas, en qué momento les abandona el desodorante, cómo resuelven en plena calle sus problemas de escozor en la entrepierna.

Les garantizo una audiencia insólita. Sobre todo, si al frente del programa colocamos a alguno de los personajes que han sufrido un mayor vilipendio por parte de este sector de la prensa. Estoy convencido de que una propuesta parecida ya se habrá planteado en los despachos de alguna cadena avispada, pero también estoy seguro de que habrán preferido desistir: incluso entre los depredadores existe el corporativismo. Desde luego, no hay nada objetable a un espacio de este tipo, ya que a estas alturas nadie duda de que personajes como Jorge Javier Vázquez, Karmele Marchante, Lidia Lozano o la ya referida María Patiño rebasan con creces en popularidad a muchos de los personajes que les sirven diariamente de sustento. Por mi parte, y entretanto se deciden, les aseguro que, de aquí en adelante, siempre iré pertrechado con mi cámara digital. Nunca se sabe dónde puede estar la noticia, aunque por noticia se tenga ya cualquier cosa.

2006/08/15

La diligencia, en La 2

El lunes de la semana pasada, pernoctando en Sevilla ya de vuelta de las vacaciones, me dejé caer, cansado de intensas conversaciones de fin de semana, en un cómodo sofá al tiempo que encendía el televisor con la desgana del que sabe que va a realizar el inútil ejercicio del zapeo. De repente me encontré sin previo aviso y con agradable sorpresa ante la magnífica película que John Ford rodara en 1939: La diligencia. Este verano La Dos ha ejercido con sapiencia y buen gusto su papel de televisión de servicio público programando durante todo el periodo estival una serie de películas agrupadas en diferentes ciclos diarios y emitiéndolas por fin a horas razonables: Cine del Oeste, Cine de Terror, Cine de Woody Allen... Los lunes el denostado (por algunos) cine del oeste es el protagonista, y gracias al ente público el mando quedó abandonado encima de la mesa, mi tiempo no fue desperdiciado y revisité de nuevo con gusto y placer esta joya hecha hace ya más de sesenta años.

Uno puede ver la película hoy día superficialmente y creer que lo que ve es una película más del oeste, con unos personajes que ya ha visto en infinidad de films y con una historia en principio nada compleja, en la que los personajes son asediados y perseguidos por un grupo de indios con malas intenciones durante un viaje en diligencia. Pero lo cierto es que La diligencia significó la dignificación de un género que a finales de los años treinta vegetaba y sólo era considerado útil para películas de serie B hechas para el consumo rápido y sin ninguna pretensión artística o intelectual. Durante esa época, tras la irrupción del cine sonoro, se hicieron cientos de westerns de los cuales hoy no se recuerda ninguno, y el estreno de La diligencia sirvió para confirmar una vez más que para contar una historia redonda, perfectamente articulada, con personajes definidos y bien caracterizados y que sirva como vehículo de una inestimable crítica social no es el género en el que se adscribe una película una cortapisa, sino un estímulo y un apoyo para darle otro enfoque y buscar diferentes metáforas narrativas.

Ford y su guionista habitual de aquella época Dudley Nichols (con el cual trabajó en las que fueron sus películas más importantes a finales de los años 30, principios de los 40) adaptaron la historia de un relato breve americano ( basado a su vez en el cuento Bola de Sebo, escrito por Guy de Maupassant, que narraba el viaje en diligencia de una serie de personas durante la guerra fanco-prusiana) y la convirtieron en un recorrido vital por los albores de una sociedad americana en pleno desarrollo mediante un incisivo y sarcástico estudio de caracteres, que utiliza el esquema básico de una película de aventuras para diseccionar mediante diferentes arquetipos sociales esa sociedad incipiente, repleta de prejuicios y ambigüedad moral en la que a pesar de todo eran capaces de brillar los corazones nobles.

Desde las primeras escenas observamos con claridad que el director y el guionista están de parte de los perdedores, de los desechos sociales, de aquéllos que son echados del pueblo por un estrafalario séquito de mujeres vestidas de riguroso negro, símbolos de la represión y la censura, que se arrogan el derecho de decidir cuáles son las buenas y las malas costumbres. Nos muestran así al médico borracho, un librepensador capaz de citar a los clásicos que hace de su vicio una forma de vida, y a Dallas, la prostituta de buen corazón, despreciada y desplazada por una sociedad cínicamente estricta en lo moral. Estos dos personajes montarán en la diligencia camino a ninguna parte, huyendo de su pasado sabiendo que no tienen ningún futuro, pero con una actitud tremendamente digna, con esa dignidad con la que Ford siempre inviste a sus perdedores. Junto a ellos viajarán una señora del Sur en busca de su marido, un apocado viajante de whisky que será fruto de continuas atenciones por parte del doctor para conseguir beberse su alcohol, un jugador de póquer de procedencia sureña (antiguo caballero que ha terminado en la frontera tras la dolorosa derrota en la Guerra de Secesión) y un banquero corrupto y ladrón (con el que la historia se ceba especialmente, reflejo de lo que el progreso y los nuevos tiempos traerían a la nueva sociedad americana).

La diligencia cuenta también en su viaje con un cómico conductor, y el sheriff que va a la caza de un fugitivo, hijo de un antiguo amigo, que trata de vengar la muerte de sus familiares matando a sus asesinos. Se trata de Ringo Kid. El primer papel protagonista serio de John Wayne, tras años de producciones de bajo presupuesto y calidad. Realmente dudo que Wayne hubiera llegado a ser algo en el cine sin Ford. Exceptuando algunas de sus interpretaciones para películas de Howard Hawks, la mayoría de los personajes que representó en el cine fueron más bien planos, sin aristas, en correctas y solventes películas de aventuras y del oeste, además de participar también por supuesto, en decenas de bodrios innecesarios. Pero gracias a Ford, a cómo lo moldeó y a los papeles que le ofreció, Wayne fue capaz de traspasar el umbral de sus propias limitaciones y brindarnos algunos de los momentos más emocionantes e intensos del cine norteamericano del último siglo. Su presentación en la película, ya es un señal evidente, una declaración de intenciones del director, que sabe que está presentando a una futura estrella: desde la diligencia en carrera se escucha un grito de alto y la imagen se acerca rápida, en un zoom vertiginoso hasta un jovencísimo John Wayne, lleno de polvo y sudor, cargando su rifle con una mano mientras que con la otra sostiene una silla de montar, hasta que nos muestran, desenfocándose un instante, su rostro. Dos segundos. Una leyenda. Ford había creado a su héroe, a su reverso, al actor sobre cuyos personajes trasladaría muchas de sus obsesiones y a través del cuál contaría las mejores historias de su carrera.

La película se vertebra a partir los diferentes momentos en los que la diligencia hace una pausa en su viaje. Contando como tal el inicio del trayecto, en la ciudad de partida, cada una de estas cinco pausas sirven como puntos de inflexión en el desarrollo de las relaciones de los personajes, entre sí, con el mundo que los rodea, con sus expectativas, prejuicios, sus miedos, sus deseos ocultos e ilusiones frustradas. Tras la presentación de personajes tan contrapuestos y enfrentados en la partida, la primera parada sirve para que sepamos que en su peligroso viaje este grupo de personas estará solo, no podrá contar con la ayuda de nadie y sólo se tendrán los unos a los otros. Pero todavía no pueden superar sus propias limitaciones sociales. Con una iluminación clara y dura, en torno a una gran mesa, mientras los pasajeros se disponen a comer, con economía de palabras y sutileza de miradas y actos, se nos muestra el enorme desprecio que se siente por la prostituta por parte de los representantes de la sociedad burguesa que se considerar moralmente superior (banquero y sureña) así como la ingenuidad de Ringo que lleva desde los 17 años en a cárcel y trata a las dos damas con las que comparte viaje por igual, sin entender o comprender que Dallas es una prostituta, y por eso ni siquiera para un buen hombre como es el sheriff merece el más mínimo respeto. La segunda parada se convierte en la más importante de todas. En ella Ford utiliza los claroscuros, los juegos de sombras y luces con evidentes fines dramáticos cargados de significado. El legado expresionista de Murnau y Lang que utilizó Hollywood con precisión y gusto durante años en el cine en blanco y negro, y cuyas sutilezas y emociones se perdieron con el color. La realidad voltea los prejuicios y son los dos desechos sociales, el médico borracho y la prostituta los que emergen desde el submundo social para durante unas horas convertirse en los artífices y responsables de la llegada al mundo de una nueva vida. Ford redime a la prostituta con un solo plano, hermoso, donde una Dallas extrañamente iluminada muestra al resto de viajeros la niña de la dama sureña que ha ayudado a traer a este mundo. Ford como siempre, roza el sentimentalismo si caer en él, trasmitiendo emociones contenidas con fuerza y delicadeza. Tras este mínimo oasis, el espectador sabe que todo volverá a su lugar, y eso se hace evidente con la amarga conversación entre Dallas y el doctor en la que éste le advierte pragmático, sobre sus ilusiones de un futuro con Ringo devolviéndonos de manera abrupta y desagradable a la realidad de los prejuicios y los estigmas sociales de cuyo yugo no es fácil escaparse. El viaje continúa y con él un crescendo en la sensación de urgencia y peligro. La tercera parada se produce en una estación de postas que ha sido completamente destruida y saqueada por los indios y tras la cual sólo les queda esperar la muerte a manos de éstos o llegar a su destino. Es el momento que Ford esperaba, tras 65 minutos de amenaza permanente pero sin una sola imagen de aquéllos que acechan a la diligencia, aparecen los indios. El peligro se hace presente, no como una amenaza sino como una realidad. A pesar de que la película, como ya comenté, es principalmente un estudio de personajes, cuyas relaciones se articulan y desarrollan con la precisión del mecanismo de un reloj, La diligencia permanece en la memoria del público principalmente por dos motivos: la utilización por primera vez en la carrera de Ford de los espectaculares paisajes de Monument Valley, cuya grandeza y majestuosidad quedarán ligadas de por vida a este director, que los volverá a utilizar en otras cinco de sus películas; y la persecución que se produce en una zona desértica tras pasar el río. Ninguna otra persecución a caballo en la historia del cine ha llegado después a las cotas de emoción que la galopada desesperada de esa diligencia es capaz de transmitir. Una persecución sin tregua, en la que al director le importa un comino cargarse reglas que se entienden como sagradas a al hora de rodar una secuencia (como aquélla que exige que todas las tomas de un movimiento se graben de manera que dicho movimiento parezca que se produce siempre en la misma dirección) y en la que somos testigos de momentos absolutamente enloquecidos como en el que un extra que hace de indio se deja caer entre los caballos y las ruedas de la diligencia sin que milagrosamente le suceda nada.

La historia llega a su fin. Llegamos al destino del viaje. La última parada. Ringo va al encuentro de aquéllos que mataron a su familia. Con una magnífica economía de medios narrativos fruto de la enorme experiencia de Ford en el cine mudo, se nos muestra como se reúnen los tres hermanos que se enfrentarán a Ringo en un desigual duelo a muerte. Llega el duelo, pero no es importante. Queda todavía otra vuelta de tuerca al guión y cuando Ringo se entrega a sheriff para que le lleve al penal de nuevo, éste con la ayuda del doctor le proporciona un carro para que él y Dallas puedan huir a México, a empezar una nueva vida “alejados de la civilización”. Un falso final feliz teñido de una enorme amargura. Una visión desengañada del mundo que se estaba construyendo, en el que las apariencias, el progreso y la civilización aún siendo necesarias, olvidaban y apartaban formas de vida alternativas más salvajes y no contaminadas por lo socialmente correcto. La mirada épica y mítica de un director sobre el pasado de Norteamérica. Una reflexión que impregnará varias de sus películas posteriores acentuándose en los casos de dos de sus obras mayores: Centauros de desierto y El hombre que mató a Liberty Valance. El final de una época, de un modo de vida.

2006/08/11

Sobre zapping y propiedad intelectual

Los medios escritos de Prisa, con el buque insignia de El País a la cabeza, han tomado posiciones en relación con la reproducción de sus contenidos para fines comerciales. Aunque la nueva Ley de Propiedad Intelectual no prohíbe el press-clipping (resúmenes de prensa), Prisa ha sido tajante en este asunto, difundiendo a través de sus cabeceras su negativa rotunda a permitir este tipo de prácticas. Pese a que los fines del press-clipping son muy distintos, no consigo imaginar el desastre que significaría una negativa de este tipo en televisión, donde la recopilación de imágenes se ha convertido en una práctica apabullante.

Los programas de zapping nacieron como espacios para la curiosidad, en los que se alimentaba el lado quisquilloso e impertinente del espectador a través de la reunión de imágenes que ponían en evidencia a las cadenas, o que simplemente recopilaban momentos de considerable intensidad visual. El programa de Canal + que inició esta corriente, y que se emitía en abierto los domingos a la hora del almuerzo, resultaba un espacio entretenido, elaborado con muy buen criterio, incluso elegante en el formato. Todo lo que ha venido después ha sido desafortunado, desde el punto de vista cualitativo pero, sobre todo, cuantitativamente: no hay cadena en España que no emita, al menos, un “programa de zapping”, aunque algunos canales incluso tienen más de un espacio de este tipo, por no hablar de los numerosos programas que cuentan con secciones de zapeo dentro de su escaleta. En lo estético, todos los programas de zapping resultan ruidosos y chirriantes, el colorido es excesivo y el envoltorio, antipático (especialmente el espacio de Telecinco, en el que un oligofrénico se dedica a introducir con comentarios bobos cada uno de los vídeos). Han incorporado elementos horteras, como rankings; algunos tienen incluso sección de vídeos frikis. Además de todos estos aspectos, hay uno que resulta preocupante, por cuanto su objetivo es espurio: los programas de zapping se han convertido en una plataforma de vanagloria de la programación propia y, sobre todo, de acoso y derribo de la programación de la competencia. Así, hay muchos espacios de este tipo que no dudan en reproducir los errores del presentador de la competencia, del programador de la competencia, del tertuliano de la competencia. Se utiliza la propiedad intelectual televisiva con un fin perverso: valerse del producto de otro para perjudicar a ese producto.

Por todo ello, me sorprende que exista aún un vacío en torno a los derechos de la propiedad intelectual del material televisivo. Probablemente a los propios medios no les interese: dejar de emitir imágenes de otras cadenas significaría acabar con los programas de zapping, y consecuentemente con horas y horas de parrilla. Realmente, desde el punto del negocio, se trata de un producto perfecto: cero de imaginación y de esfuerzo a cambio de altos índices de audiencia. Tratándose de televisión, quién puede pedir más.

2006/08/10

Yola Berrocal por Marbella, una propuesta coherente

Si se aprende a ver Marbella como un gran parque temático, la observación de los escándalos y la degradación moral que atenazan la ciudad malagueña no resulta tan traumática. Es más, resulta hasta divertida. Es lo que pensaba el otro día viendo el lamentable espectáculo de la neumática Yola Berrocal en Salsa Rosa (ahora Sábado Dolce Vita), donde profirió un mitin televisado, ya que, por si no lo sabían, la ex Sex Bomb enganchada a la cirugía ha decidido presentarse a la Alcaldía de Marbella. El discurso no tenía desperdicio, sobre todo algunos pasajes, como el impagable eslogan “una rinoplastia, un voto”, o su promesa de una “semana laboral de seis horas”. En realidad, la candidatura de la Berrocal, que sirvió para el escarnio general de la carroña periodística habitual de este espacio, resulta de lo más razonable y coherente que he visto en el ejercicio político de los últimos años. Y es que en el gran parque temático de la caspa, los maletines y el botox en que se ha convertido Marbella, Yola Berrocal tiene toda la fuerza de un icono corporativo. Si Marbella fuera Disneyworld, la desconcertante muchacha de los senos y los labios inflados ejercería de Mickey Mouse.

A fuerza de distorsión, Marbella se representa ante el espectador televisivo como un universo ajeno al mundo, algo así como el Erewhon de Samuel Butler pero más chirriante y alentejuelado. Aunque vemos las calles, aunque reconocemos bares y fachadas de viviendas, nadie que no haya estado allí puede asegurar que ese espacio exista. Los niños sueñan con fantasías y anhelan viajar a Eurodisney; los mangantes sueñan con dar el palo y quisieran salir del trullo para dar el gran golpe en Marbella. La ciudad marbellí, a qué dudarlo, tiene una dimensión mágica: allí vivieron sus veranos grandes estrellas que para muchos sólo existieron en el celuloide; todavía hoy se producen asesinatos a pie de calle y tiroteos que siempre nos recuerdan a films noir. Todo es hiperbólico en Marbella: el color de los tintes de pelo, los tamaños de los escotes, la longitud de los puros, el fulgor de las joyas... En medio de ese universo, la propuesta de Yola Berrocal, como la que en su día planteó e hizo triunfar a Gil, no resulta nada descabellada, es más, a la postre es más coherente que muchas de las que pasan por serias en muchos rincones de nuestro país.

Tengo un par de muy buenos amigos allí, conozco a gente que vive y trabaja en sus calles, alguien de la familia ha pasado alguna temporada veraniega en la zona, pero si no fuera por estos accidentes de la realidad pensaría que Marbella no existe. Toda la movida de Roca y compañía, por lo desproporcionado del fraude, no ha hecho sino incrementar mi percepción de ficción en torno a este singular trozo de tierra.

Pero si desde luego es así, si ese lugar llamado Marbella existe, creo que la Junta de Andalucía se está equivocando. En lugar de una Gestora Provisional para hacerse cargo del mando municipal, deberían haber invertido en turismo. Existen muchos parques temáticos, pero todavía no hay nadie que haya apostado por un Parque Temático de la Horterada y el Fraude. En los tiempos de criminales que corren, seguro que triunfaría. Alguien tendrá que proponérselo a la Berrocal.

2006/08/03

"Yo soy Bea" marca la tendencia

Daniel Ruiz

Hace una semana, cuando sólo se cumplían 15 días de emisión, Telecinco difundió los datos de visitas al blog “Diario de una fea”, el diario digital escrito por la protagonista del culebrón “Yo soy Bea”, versión española de la telenovela “Betty la Fea”. La página había recibido en ese tiempo más de medio millón de visitas, una cifra insólita para cualquier blog de los que a diario transita cualquier internauta de a pie. Todo un éxito sin duda para los diseñadores de la estrategia comercial y de marketing de la serie, que demuestran con esta fórmula un gran sentido creativo y cierta capacidad de intuición, al apostar por un medio, el de los blogs, que entre muchos sectores aún se considera incipiente. Es una lástima que este esfuerzo creativo en la forma de vender el producto no se traslade al producto en sí mismo: “Yo soy Bea” supone, por su condición de producto-calco, toda una exhibición de falta de creatividad y de ausencia de ideas frescas e imaginativas. Creatividad en la forma de venta y difusión versus monotonía y falta de imaginación en el producto: una tendencia que en los últimos años se está volviendo demasiado extendida, y que pone en peligro al mundo de la ficción audiovisual y en general de la producción de contenidos.

Da la impresión de que estemos asistiendo a un momento de impasse creativo en el terreno audiovisual, y especialmente en la televisión. La tiranía del share amordaza cualquier tentativa de plantear historias o puntos de vista originales, de manera que el “más vale malo conocido” se ha convertido en un credo inviolable. Que los medios son conservadores por naturaleza siempre lo hemos sabido, pero nunca como hasta hoy habían sido tan pétreos a la hora de proponer nuevas ideas. Nuestra parrilla está abarrotada de espacios y series que no son sino repetición de esquemas o planteamientos precedentes, algunas más descarados que otros. Por poner sólo un ejemplo, la saga de teleseries de médicos se presenta como un gran tumor plagado de apéndices, en los que una y otra vez se refieren los mismos clichés, los mismos personajes y las mismas situaciones. Las teleseries de juventud –la más reciente, SMS, que emite La Sexta- no hacen sino redundar una y otra vez en los mismos tópicos. Y qué decir de las sitcoms: algunas parecen un calco, incluso emplean a los mismos actores, siguen con la risa enlatada que hace 20 años importamos de la televisión americana. Tampoco la no ficción se escapa a esta tendencia: la mayoría de los programas-concurso, con el ¡Allá Tú! de Telecinco a la cabeza, no son sino una versión evolucionada del antiguo 1, 2, 3. Aunque arrancan con buenas intenciones, al final todos los late nights se parecen: el final siempre es el ruido, el chiste fácil y la frase paródica para colgar en el móvil. El panorama de los contenidos en nuestra televisión es, sencillamente, desolador.

Frente a esta parálisis del contenido, lo que sí parece haber evolucionado bastante son las formas de comercialización y promoción de esos contenidos. Mientras que, digámoslo así, los regalos se han vuelto totalmente mediocres y desilusionantes, los envoltorios han ganado mucho. A través de móvil, de forma personalizada a pie de calle o mediante Internet, el marketing directo aplicado a la televisión ha multiplicado las formas de captar la atención del ciudadano, en muchos casos implicándolos en el desarrollo de las propias tramas mediante el voto. Se persigue transmitir la sensación de interactuación, que el público perciba que participa en el desarrollo de los contenidos. EE.UU., como siempre, marca la tendencia, casi siempre a través de la hermana mayor de la televisión, el formato cinematográfico. Como en la televisión, la repetición de contenidos se ha vuelto una práctica compulsiva en el cine norteamericano, con planteamientos que a veces resultan sencillamente ridículos (estoy recordando la nueva versión de Superman, o, algo más lejos, la mimética revisión de Psicosis a cargo de Gus Van Sant). Estos productos border line son sin embargo apoyados sobre fuertes campañas de promoción y comercialización, con una potencia amplificadora que muchas veces resulta agobiante: durante muchos meses pensé que era imposible huir de Star Wars; estaba en las marquesinas, en cualquier anuncio de televisión, me tropezaba con ella en cada esquina en la que había un niño con sus juguetes, incluso me resultaba difícil comprar un simple paquete de galletas sin tener que enfrentarme al lado oscuro...

En nuestra televisión todavía no hemos llegado a eso. Pero ojo: el Neng de El Show de Buenafuente ya se vende en las gasolineras.

2006/07/26

La triste decadencia de la publicidad

No sé si sólo es una percepción personal que estoy retroalimentando cada día o constato una realidad evidente, pero llevo meses observando una franca decadencia en la creatividad y originalidad de los anuncios emitidos por televisión. A pesar de que en general, todos zapeamos o aprovechamos para hacer otros menesteres mientras paralizan la emisión del programa que estemos viendo (pudiendo incluso olvidar lo que veíamos a causa del exceso de tiempo dedicado a la publicidad), también es verdad que dedicamos bastantes minutos de nuestra exposición al cacharro catódico a soportar incontables anuncios que nos cuentan las excelencias de todo tipo de productos. A menudo, entre la infinita maraña de publicidad aburrida y convencional de colchones, productos de limpieza, colonias, juguetes o coches siempre aparecía un anuncio que deslumbraba por su originalidad, frescura, calidad técnica o inteligencia. Más allá del producto que promocionase. Pero últimamente este tipo de publicidad parece una especie en extinción, que cada vez aparece con menos frecuencia.

¿Es un problema generado por la falta de ideas y el conservadurismo de las agencias de publicidad? ¿O más bien es causado por un miedo incontrolable de las empresas que buscan la promoción de sus productos, hacia campañas demasiado agresivas o diferentes? Sin desdeñar ciertos aspectos de la primera opción, me decanto principalmente por la segunda. No parece creíble que la imaginación humana se haya extinguido de repente y no sea capaz de logros mayores que la mediocridad masiva que nos invade a través de la televisión. No, lo que hay es miedo. Miedo a no ser políticamente correcto y a arriesgar. Miedo no sólo a no llegar al sector del público al que se quiere vender el producto, sino a ser vilipendiado y atacado por alguna de las infinitas y aburridas asociaciones de algún colectivo hasta ahora desconocido, y que con la inestimable ayuda de ciertos medios de comunicación conseguirá que la marca, la empresa o el producto en cuestión quede marcado negativamente.

Es curioso, no se quieren riesgos por tanto a la hora de abrir nuevas vías creativas. Se debe eliminar el sarcasmo y la visión irónica sobre el mundo que nos rodea. Se busca un tipo de anuncio conservador y efectivo. Pero eso sí, como los tópicos arraigados, estúpidos y retrógrados son ampliamente conocidos, y la defensa social contra ellos es más general y abstracta, no centrándose en ninguna empresa en particular, se pueden seguir manteniendo sin miedo a un rechazo concreto. De esta manera perviven en la gran mayoría de los anuncios roles familiares masculinos y femeninos francamente deplorables, convencionalismos sociales elitistas y discriminadores, y por supuesto la utilización zafia del sexo como reclamo ineludible para vender cualquier producto. No pongas a un enano o a una china en un anuncio con más o menos gracia, porque agredirá la sensibilidad de colectivos específicos que amenazarán con campañas de desprestigio y contarán con voces aburridas que apoyarán sus causas; pero coloca tranquilamente a una mujer frotándose lasciva y desesperadamente contra un muro debido a que detrás de él un capullo pinta la pared con un reloj hortera descomunal, porque nadie verá nada malo en ello, e incluso quién sabe, algún gilipollas pensará que comprándose ese peluco tendrá a una actriz famosa a sus pies.

Está claro, aceptamos sin problemas que los coches se vendan como una extensión del falo masculino, que los desodorantes se utilicen para provocar irrefrenables deseos de follar a toda chica con la que te encuentres, que los juguetes infantiles vayan ayudando a los más pequeños a desarrollar los roles más arcaicos, que los productos de limpieza, salvo excepciones igual de lamentables en el sentido contrario, sigan enfocados hacia las mujeres en su condición inevitable de amas de casa (impresionante el de la elefanta de dibujos animados que tiene limpiar la casa porque su marido el ciempiés, deja tirados sus zapatos en cualquier rincón de la misma) y que los productos de belleza femenina den la imagen de que todas las mujeres son unas obsesas enfermizas en busca del cuerpo que nunca tendrán pero que esos productos prometen, para así ser más guapas que el resto de sus amigas.

Este tipo de anuncios que además suelen ser repetitivos, aburridos y simplones, sirven para promocionar cientos de productos diferentes de la misma forma y se mantienen sin problemas en antena ante la indiferencia y aceptación general. Este hecho debería provocarnos una reflexión como consumidores, no sólo de los productos sino también de su publicidad ya que además, su supuesto éxito penaliza la realización de campañas publicitarias más ambiciosas y cuidadas, porque el objetivo buscado parece conseguirse mediante sandeces. Imagino a algunos publicistas desesperados al enfrentarse a la realización de un nuevo spot, autocensurándose de manera continua para no ofender a ningún colectivo, intentando crear algo distinto para no cansar al aburrido telespectador, para al final deslizarse sin remedio hacia la mediocridad y lo convencional ante la imposibilidad de dar una vuelta de tuerca a algunos de esos manidos tópicos, que finalmente sí tendrán que utilizar.

Y qué decir de los anuncios de la radio... Sería asunto para otro post completo.