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2006/08/11

Sobre zapping y propiedad intelectual

Los medios escritos de Prisa, con el buque insignia de El País a la cabeza, han tomado posiciones en relación con la reproducción de sus contenidos para fines comerciales. Aunque la nueva Ley de Propiedad Intelectual no prohíbe el press-clipping (resúmenes de prensa), Prisa ha sido tajante en este asunto, difundiendo a través de sus cabeceras su negativa rotunda a permitir este tipo de prácticas. Pese a que los fines del press-clipping son muy distintos, no consigo imaginar el desastre que significaría una negativa de este tipo en televisión, donde la recopilación de imágenes se ha convertido en una práctica apabullante.

Los programas de zapping nacieron como espacios para la curiosidad, en los que se alimentaba el lado quisquilloso e impertinente del espectador a través de la reunión de imágenes que ponían en evidencia a las cadenas, o que simplemente recopilaban momentos de considerable intensidad visual. El programa de Canal + que inició esta corriente, y que se emitía en abierto los domingos a la hora del almuerzo, resultaba un espacio entretenido, elaborado con muy buen criterio, incluso elegante en el formato. Todo lo que ha venido después ha sido desafortunado, desde el punto de vista cualitativo pero, sobre todo, cuantitativamente: no hay cadena en España que no emita, al menos, un “programa de zapping”, aunque algunos canales incluso tienen más de un espacio de este tipo, por no hablar de los numerosos programas que cuentan con secciones de zapeo dentro de su escaleta. En lo estético, todos los programas de zapping resultan ruidosos y chirriantes, el colorido es excesivo y el envoltorio, antipático (especialmente el espacio de Telecinco, en el que un oligofrénico se dedica a introducir con comentarios bobos cada uno de los vídeos). Han incorporado elementos horteras, como rankings; algunos tienen incluso sección de vídeos frikis. Además de todos estos aspectos, hay uno que resulta preocupante, por cuanto su objetivo es espurio: los programas de zapping se han convertido en una plataforma de vanagloria de la programación propia y, sobre todo, de acoso y derribo de la programación de la competencia. Así, hay muchos espacios de este tipo que no dudan en reproducir los errores del presentador de la competencia, del programador de la competencia, del tertuliano de la competencia. Se utiliza la propiedad intelectual televisiva con un fin perverso: valerse del producto de otro para perjudicar a ese producto.

Por todo ello, me sorprende que exista aún un vacío en torno a los derechos de la propiedad intelectual del material televisivo. Probablemente a los propios medios no les interese: dejar de emitir imágenes de otras cadenas significaría acabar con los programas de zapping, y consecuentemente con horas y horas de parrilla. Realmente, desde el punto del negocio, se trata de un producto perfecto: cero de imaginación y de esfuerzo a cambio de altos índices de audiencia. Tratándose de televisión, quién puede pedir más.

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