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2006/09/25

José Bono, ha nacido una estrella

Acabamos de saber que José Bono, ex ministro de Defensa, ha fichado por el programa matutino de Ana Rosa Quintana, donde ejercerá de tertuliano. Algo que no resulta sorprendente para los que conocen de cerca la trayectoria del político manchego, pero que invita a reflexionar, una vez más, sobre el contubernio incipiente entre la prensa y los políticos, y sobre las aspiraciones mediáticas de esa elevada élite que dirige nuestros destinos.

La relación entre la prensa y la política siempre ha sido complicada y tortuosa, pero muy prolífica para ambas partes: los políticos necesitan de la prensa, al igual que los medios necesitan del sustento de la actividad política. La historia política de la segunda mitad del siglo XX resulta difícilmente comprensible si no se atiende a este permanente duelo dialéctico. Los principios totémicos del Cuarto Poder aplicados a la estricta observancia de la vida política han derivado a la postre en una suerte de complicada maquinaria de interrelaciones y confluencia de intereses en la que se asumen hábitos y costumbres que hace un siglo hubieran sido inconcebibles. Prácticas como, por ejemplo, que los periodistas acaben haciendo carrera política o que los políticos se conviertan en habituales colaboradores de los medios. La interdependencia entre los políticos y la prensa se observa de forma especialmente cristalina en la proliferación de periodistas que acaban incorporándose como asesores de los políticos. Cualquier alcalde, consejero o alto cargo de la Administración cuenta ya con su propio gabinete de asesores, entre los que el 90% son periodistas profesionales. De hecho, está demostrado que un porcentaje elevado de plumillas acaba accediendo a la jubilación desde un cargo de asesor, entre otras cosas porque los sueldos son bastante más elevados que los de cualquier romántico periodista de categoría rasa.

El movimiento de José Bono era de esperar. El carismático político ya hacía sus pinitos durante sus años de presidencia en el Gobierno de Castilla-La Mancha, donde disponía incluso de un programa semanal de entrevistas en el que Bono ejercía de maestro de ceremonias y se quería mucho a sí mismo exhibiendo su particular diletancia campechana. En eso, el político siempre se ha parecido mucho a sus denostados Fidel Castro y Hugo Chávez. Como ellos, Bono siempre ha sentido una especial querencia por la televisión, y ha demostrado cierta sensibilidad para transformar sus mensajes y su acción política en todo un espectáculo de masas.

Habrá que seguir de cerca a Bono. Es posible que pueda hacer carrera en televisión. Podría producirse el fenómeno Reagan, pero a la inversa. Tiene todos los atributos: entra por los ojos a las abuelas, es el marido ideal para cualquier ama de casa, tiene buenas formas, maneja bien la demagogia y siempre está predispuesto al chiste. A lo mejor, al final, acaba derrotando a Buenafuente en un late night. Con estos políticos nunca se sabe.

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