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2006/09/01

"Alatriste": triunfa el modelo americano

Con su primera trilogía espacial, George Lucas nos enseñó de qué forma el marketing puede contribuir a hacer de un fenómeno fílmico todo un objeto de culto, hasta convertir a la pieza cinematográfica de origen en una pieza más dentro de un sofisticado y descomunal engranaje encaminado al exclusivo fin de hacer caja. Desde que Lucas, Spielberg y otros avispados “hijos de la televisión” impusieron su modelo de negocio cinematográfico, en el que la película es tan sólo un elemento dentro de una campaña global de mercadotecnia de inconmensurables dimensiones, el Séptimo Arte norteamericano se ha guiado por esta forma de espectáculo audiovisual, donde confluyen manifestaciones audiovisuales y comerciales tan variadas como el videojuego, el vídeo musical, el merchandising, los juguetes, las inserciones informativas pagadas o la promoción comercial. Con la irrupción de “Alatriste”, la industria cinematográfica española demuestra que, tristemente, ya está preparada para emular al gran gigante americano. “Alatriste” será como sea, pero la campaña comercial que la ha antecedido no tiene precedentes en nuestro país.

Resulta muy complicado echar un rato de televisión en estos días sin toparte con espacios promocionales de la película. Esta promoción no aparece tan sólo en forma de trailers o microespacios publicitarios: el jueves, coincidiendo con la presentación de la película, todos los informativos y espacios de actualidad sin distinción dieron extensa cobertura a la película, en algunos casos con calificativos que resultaban sonrojantes. Sin ir más lejos, Pedro Piqueras definía en su informativo de noche el estreno de la película como un “acontecimiento mundial”. Todo se entendía, claro, al llegar al tiempo de publicidad, consagrado a un espectáculo de fuegos artificiales publicitarios sobre “Alatriste”.

Esta promoción no está sólo en televisión, aunque es a través de este canal donde cobra más fuerza. “Alatriste” ya está en los quioscos, en las chucherías infantiles, en las marquesinas, en las vallas publicitarias, en todo lo que pueda ejercer de reclamo. Se trata de una invasión en toda regla frente a la que la huida resulta muy complicada. Con más de 25 millones de euros de presupuesto, las informaciones sobre el film se refieren a ella como “la producción más cara de la historia del cine español”. Nadie habla, sin embargo, de los millones de euros que habrá costado la campaña comercial y de promoción; me arriesgo a asegurar que casi tanto, o incluso más, que la propia película.

No tengo nada contra “Alatriste”, iré a verla porque creo que la gente que está detrás de la película tiene talento y valía, pero lo que está claro es que este film será histórico para el cine español y no sólo por su calidad artística: supone, definitivamente, el salto de nuestro cine (y por tanto, el reconocimiento) hacia el modelo de superproducción americana al que el cine europeo siempre ha intentado contraponerse.

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