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2006/08/10

Yola Berrocal por Marbella, una propuesta coherente

Si se aprende a ver Marbella como un gran parque temático, la observación de los escándalos y la degradación moral que atenazan la ciudad malagueña no resulta tan traumática. Es más, resulta hasta divertida. Es lo que pensaba el otro día viendo el lamentable espectáculo de la neumática Yola Berrocal en Salsa Rosa (ahora Sábado Dolce Vita), donde profirió un mitin televisado, ya que, por si no lo sabían, la ex Sex Bomb enganchada a la cirugía ha decidido presentarse a la Alcaldía de Marbella. El discurso no tenía desperdicio, sobre todo algunos pasajes, como el impagable eslogan “una rinoplastia, un voto”, o su promesa de una “semana laboral de seis horas”. En realidad, la candidatura de la Berrocal, que sirvió para el escarnio general de la carroña periodística habitual de este espacio, resulta de lo más razonable y coherente que he visto en el ejercicio político de los últimos años. Y es que en el gran parque temático de la caspa, los maletines y el botox en que se ha convertido Marbella, Yola Berrocal tiene toda la fuerza de un icono corporativo. Si Marbella fuera Disneyworld, la desconcertante muchacha de los senos y los labios inflados ejercería de Mickey Mouse.

A fuerza de distorsión, Marbella se representa ante el espectador televisivo como un universo ajeno al mundo, algo así como el Erewhon de Samuel Butler pero más chirriante y alentejuelado. Aunque vemos las calles, aunque reconocemos bares y fachadas de viviendas, nadie que no haya estado allí puede asegurar que ese espacio exista. Los niños sueñan con fantasías y anhelan viajar a Eurodisney; los mangantes sueñan con dar el palo y quisieran salir del trullo para dar el gran golpe en Marbella. La ciudad marbellí, a qué dudarlo, tiene una dimensión mágica: allí vivieron sus veranos grandes estrellas que para muchos sólo existieron en el celuloide; todavía hoy se producen asesinatos a pie de calle y tiroteos que siempre nos recuerdan a films noir. Todo es hiperbólico en Marbella: el color de los tintes de pelo, los tamaños de los escotes, la longitud de los puros, el fulgor de las joyas... En medio de ese universo, la propuesta de Yola Berrocal, como la que en su día planteó e hizo triunfar a Gil, no resulta nada descabellada, es más, a la postre es más coherente que muchas de las que pasan por serias en muchos rincones de nuestro país.

Tengo un par de muy buenos amigos allí, conozco a gente que vive y trabaja en sus calles, alguien de la familia ha pasado alguna temporada veraniega en la zona, pero si no fuera por estos accidentes de la realidad pensaría que Marbella no existe. Toda la movida de Roca y compañía, por lo desproporcionado del fraude, no ha hecho sino incrementar mi percepción de ficción en torno a este singular trozo de tierra.

Pero si desde luego es así, si ese lugar llamado Marbella existe, creo que la Junta de Andalucía se está equivocando. En lugar de una Gestora Provisional para hacerse cargo del mando municipal, deberían haber invertido en turismo. Existen muchos parques temáticos, pero todavía no hay nadie que haya apostado por un Parque Temático de la Horterada y el Fraude. En los tiempos de criminales que corren, seguro que triunfaría. Alguien tendrá que proponérselo a la Berrocal.

2 comentarios:

John Constantine dijo...

Gran artículo. Y coherente. Ahora que llega el estreno de la versión en cine de "Corrupción en Miami", ¿por qué no promocionar turisticamente Marbella como lo que es: el paraíso del hedonismo, la corrupción, la mafia, el dinero fácil? Seguro que atraía aún más visitantes.

Daniel Ruiz García dijo...

Constantine, ya he visto, por tu blog, que eres un auténtico fan de Corrupción en Miami. ¿Cómo será la peli? La verdad es que mi recuerdo de la serie es que era un poco casposilla, aunque tenía un tono negro muy interesante. Una serie que recuerdo mucho (y que no sé si superaría una segunda visión ahora) es la policíaca de Mike Hammer (¿se escribía así?). Estoy por bajármela de internet, pero me da miedo decepcionarme. No sé.