
Lo más curioso del conjunto de estas producciones es la nostalgia infinita y las inevitables sonrisas y recuerdos que provocan en los treintañeros actuales, un filón que está siendo aprovechado y explotado por las distintas compañías que las están reeditando en DVD. No se puede negar que siempre existe la sensación de cierta decepción entre los que cuentan que han revisado dichas series (mitificadas sobre todo por el recuerdo) pero lo que sí se nota y es positivo, es el cariño con que se acerca gente de todo tipo, con trayectorias completamente diferentes, a estos recuerdos compartidos por todos, y como aparecen siempre en sus discursos, divertidas reivindicaciones de las tardes de sobremesa de los sábados cuando los dibujos y una película clásica (jamás olvidaré el miedo que pasé con Invasores de Marte...yo creo que durante un tiempo busqué tornillos en la nuca de mis hermanos y todo...) eran el referente televisivo de muchos niños españoles.
Sucede una cosa curiosa con todo esto, y es el hecho de que más que la revisión de las series, hoy día son las sintonías de cabecera y las canciones de estas producciones las que mayor emoción provocan y más risas generan. Porque no nos engañemos, muchos aún recordamos fragmentos e inclusos letras enteras de las canciones de David el gnomo, Ulises XXI, Dartacán, ComandoG, Dragones y mazmorras....y si escuchamos la música de los títulos de crédito de V nos retrotraemos a esos escalofríos que los lagartos nos provocaban a muchos, unos lagartos que si los vieran a día de hoy los niños de las nuevas generaciones se descojonarían de nosotros y nuestros miedos.
A mí me parece además, que esos recuerdos forman y dan consistencia a una nostalgia que podríamos considerar buena, en el sentido de que no te ancla en un pasado mejor sino que simplemente te hace mirar atrás con cariño y alegría. Por otro lado, en épocas de ficticias disputas irreconciliables que hacen que muchos nos preguntemos si el apocalipsis informativo que continuamente se nos presenta tiene algo que ver con las miserias laborales y económicas que sufre la gente de la calle, no es malo saber que en alguna reunión de treintañeros, ya un tanto barrigones, un tanto alopécicos, un poquito estresados, agobiados, ya padres y madres a los que, como Ende describía en Momo, los hombres grises les han robado el tiempo, que se enzarzan en disputas dialécticas entre ellos generadas por los sectarismos y las trincheras que se han creado y cuando parece que nada tienen ya que ver los unos con los otros, si aparece alguien que rasguea las cuerdas de una guitarra y aparecen las primeras notas musicales de Bola de dragón o de Campeones los gritos cesarán, los recuerdos compartidos emergerán, la sonrisas surgirán, tal vez un poco de alcohol correrá entre los asistentes y la memoria permitirá que se miren de nuevo los unos a los otros con cierto cariño. Al fin y al cabo (y no precisamente por el tema de la televisión de la niñez) comparten mucho más de lo que a veces se nos quiere hacer creer. Desde todos los bandos.
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