La llegada de
La Sexta (el 27 de Marzo comienza sus emisiones) se espera en algunos foros con expectación, confundiendo un poco deseo y realidad, ya que no parece que haya que aspirar a ningún tipo de revolución televisiva inmediata por la irrupción de este nuevo canal. A la espera de que definitivamente obtengan los derechos de emisión del
Mundial de Fútbol, la adquisición de dichos derechos sobre este evento significaría un cambio en la estrategia a seguir por los responsables de la cadena para su asentamiento en el medio. Como explicaba
José Miguel Contreras, consejero delegado de la cadena, no tendría sentido emitir demasiadas series y programas de producción propia para desplazarlas y quemarlas debido a las emisiones de los partidos. De hecho, tras su llegada, la cadena centraría su programación de antes del verano en el fútbol, confiando en el tradicional seguimiento a este deporte en nuestro país y apoyándose en los magníficos horarios en los que se emitirían los partidos por el hecho de disputarse este año el Mundial en Alemania. Esto abre una vía muy interesante para la implantación de
La Sexta en el mercado, pues así
no tendría que quemar formatos y series con potencial ganador en unos inicios en los que, de manera realista, se esperan bajas audiencias. Escarmentados por las apuestas ganadoras que predijeron erróneamente una salida fulgurante de
Cuatro (que aún arrastra ese lastre), la cúpula de
La Sexta se muestra mas humilde y menos ambiciosa por el momento y entiende que con el Mundial, se darían a conocer con éxito al gran público y a los anunciantes.
La batalla de la televisión, por tanto, se aplazaría hasta la próxima temporada. Con
Cuatro más asentada, ganando experiencia, audiencia y tranquilidad en su parrilla lentamente pero de forma segura y
La Sexta ya plenamente aposentada y con gente detrás que lleva muchos años haciendo la televisión de éxito de este país, la lucha estaría servida y esperemos que por una vez, sean los telespectadores los que se aprovechen de esta competencia. Un detalle importante a valorar, es el hecho de que al igual que el canal de
Prisa, el nuevo canal de las productoras y
Televisa plantea un parrilla donde quedan excluidos los programas de cotilleos y el mundo rosa (sólo el programa de
Patricia Conde tocaría inicialmente, y de manera lateral, desde el punto de vista del humor, ese terreno). Ésta es un gran noticia para un medio que necesita desesperadamente encontrar otras vías de entretenimiento que no se basen en la degradación de la dignidad humana y la invasión continuada de la intimidad. Además, se plantea la posibilidad de que aparezcan movimientos sinérgicos de todas las cadenas en ese sentido, debido a que es de esperar, con el tiempo (al menos un par de años), que las audiencias se fraccionen cada vez más ante el aumento de las diferentes ofertas y, como ya sucede por ejemplo en EEUU, se tengan que considerar programas de éxitos a los que ronden cuotas del 15%. Eso provocaría la posibilidad de diseñar programas concretos destinados a diferentes segmentos del público, lo que por otro lado diversificaría la publicidad, haciéndola más útil por el hecho de dirigirse más concretamente a aquéllos a los que están destinados los productos.
Si añadimos a lo anterior la previsible explosión de las cadenas locales, que crearía más competencia, sobre todo tras el apagón analógico en 2010, cuando obligatoriamente los hogares españoles se hayan adaptado a
la TDT, podemos confiar que los programas basura tipo
Aquí hay tomate o
Salsa Rosa vean mermadas sus audiencias
y dejen de ser rentables a los dueños de las cadenas. Incluso, siendo terriblemente optimistas, se podría esperar que éstos entendieran que al no ser ya tan rentables económicamente, este tipo de programas perjudican la imagen de la cadena más que el posible beneficio que obtendrían por su emisión. Así, por fin, se podría hacer realidad la posibilidad de una televisión que, sin necesidad de convertirse en el adalid de la cultura que sólo propugnan aquéllos que nunca la ven y tan sólo la desprecian, si pudiera evolucionar hacia una programación menos miserable, menos repetitiva y más entretenida y plural, enviando al infierno de los horarios invisibles y las cadenas minoritarias esos formatos basura que llevan ya demasiados años imponiéndose sin remisión.
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