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2006/03/28

Periodistas...


Miguel Iríbar

Ser periodista es muy pesado. Es lo que uno piensa cuando recibe tantas y tantas noticias iguales e igualmente aburridas a cualquier hora del día. ¿Alto el fuego de ETA? Uno imagina a decenas de redactores, a becarios, a jefes de sección, visionando rápidamente miles de cintas para editar en media hora los contenidos que habitualmente se liquidan en media jornada. En cualquier avance informativo de cualquier cadena, en cualquier programa que trate la actualidad, todo da la vuelta para caer en lo más obvio posible; los tertulianos, que tenían preparadas sus manidas reflexiones sobre el Estatut, escupen ahora sus improvisadas teorías acerca del fin de la violencia. ¿Ha muerto Rocío Dúrcal? ¿Está mejor Rocío Jurado? Tiremos de archivo, saquemos el tarro de las frases hechas… “Amiga de sus amigos”, “una persona querida y respetada”, “una gran trabajadora”… Da igual que muera Jesús Gil, el proceso y las frases van a ser casi idénticas, los redactores tienen que llenar espacios, los tertulianos cobran por hablar de lo que sea, la actualidad manda, la publicidad paga y el espectador, por lo general, se aburre. Esto no va con él, que no se meta demasiado en estos terrenos, que no aspire a ser algo más que un número, por favor, bastantes problemas tenemos ya. Mañana nos comeremos un cruasán viendo las audiencias y veremos si lo hemos hecho bien. Cada programa a su estilo. ¿Decíamos Rocío Dúrcal? Bondad absoluta en la Primera, repaso profesional en La 2, resumen de vida amorosa y posibles adicciones en el Tomate, comentario sobre sus escenas lésbicas con Barbara Rey en algún nocturno, y un triste sacapelas contestando a repugnantes preguntas en Salsa Rosa para amenizar el fin de semana.

Ser periodista es una lata. Casi ningún profesional encargado de estas labores se siente a gusto, todos piensan en dejarlo y montar un videoclub, una escuela de buceo en un lugar de playa, o dedicarse a cualquier cosa que les deje tiempo libre; todo con tal de no seguir contando historias que ya no le interesan, de no seguir sintiendo la futilidad de su esfuerzo diario. Los programas están hechos por jóvenes desengañados y jefes dominados por empresarios maleados. El dinero manda, el espectador se duerme, el periodista paga la hipoteca de la casa que no habita con la mujer que ya no ve. Eso jode. Y se nota.

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