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2006/05/10
La iglesia sigue chupando del Estado
Es necesario que haya debates por televisión. Con todas las limitaciones que tiene el medio. Siendo consciente de que la información que se obtiene de este tipo de programas es incompleta y necesariamente ampliable. Ayer en Enfoque debatieron sobre la situación vergonzosa en la que se encuentra la financiación de la iglesia católica en este país. Seguimos siendo diferentes.
Hay que recordar que nuestro país se define como aconfesional. Las especiales circunstancias en las que se produjo la transición hicieron que el Estado llegara a acuerdos de privilegio con la iglesia católica que, entre otras cosas (por ejemplo no paga el IVA como hacen todas la asociaciones y ciudadanos de nuestro país. Europa ya ha advertido a España que esa situación es incompatible con la legislación europea), le comprometían al primero a recaudar el dinero que los fieles quisieran destinar a su iglesia (sólo la católica), mediante una casilla en la declaración de la renta, con la que se indicaba (y se indica) que el contribuyente desea que el 0.52% de sus impuestos se destine a dicha iglesia. Desde que se llegó a este acuerdo es sabido por todos que los católicos parecen un poco tacaños con su institución. Aunque a la jerarquía eclesiástica se le cae la boca diciendo que el 80% de los españoles es católico (malditas costumbres que nos bautizaron y bautizan a todos), no son tan proclives a recordar que sólo poco más del 30% de los contribuyentes marcan la dichosa casilla. Ello hace que lo que dice necesitar la iglesia no coincida con lo que recauda y así, año tras año, el Estado debe complementar la cantidad recaudada a cargo de los presupuestos generales. En definitiva, en la última década, los españoles han regalado, sin su consentimiento, más de 240 millones de euros a una iglesia y a unos estamentos a los que de manera evidente no se les ha querido dar nada mediante la declaración de la renta.
El debate fue animado y como siempre pasa en este tipo de programas, bastante demagógico. Me hizo gracia estar de acuerdo en el fondo (que no en la forma, siempre maleducada, grosera y malencarada) con una de las periodistas más tendenciosas y sectarias de este país (María Antonia Iglesia). Los demás eran especialistas y catedráticos que se enzarzaron en razones y razonamientos varios con los que trataron de apoyar sus tesis.
Pero la cosa está clara. No debería ser la solución aumentar el aporte por renta del 0.52% al 0.8%, como defiende la jerarquía eclesiástica, para así aumentar sus ingresos y hacerse autosuficiente. Se podría aceptar que el Estado, por motivos logísticos, fuese recaudador de los aportes anuales de los fieles, pero lo que parece pasarse por alto es que el aumento de ese tanto por ciento implicaría que, por motivos religiosos, los que marcasen esa casilla dedicarían menos dinero que los no católicos a las necesidades globales y básicas de todos los ciudadanos (incluidos los creyentes). Es decir, pagarían menos impuestos. Hasta ahora lo único que se puede hacer es marcar la casilla de "otros fines sociales" aun a sabiendas de que ese dinero repercutirá muchas veces en ONGs católicas, inmersas en el conglomerado económico-solidario que la iglesia tiene montado. Con lo cual, con ese dinero se ayudará a personas necesitadas (una labor encomiable) pero también se producirá una labor de evangelización que el contribuyente claramente ha rechazado.
La solución no es aumentar el tanto por ciento. Lo lógico sería hacer un anexo donde los creyentes que lo deseasen aportasen un tanto por ciento más de sus ingresos para ayudar a su iglesia. Por otro lado, el Estado debiera financiar a través de los presupuestos generales las distintas obras sociales (incluyendo las católicas), apoyando todos aquellos proyectos loables dignos de realizarse, pero manteniendo sobre todos ellos (también los de la iglesia ) los mismos controles sobre la gestión de los fondos que se otorguen.
Intentar mezclar el problema de la financiación de la iglesia con interesadas demagogias como el problema de la financiación de los sindicatos a cargo de los presupuestos (algo deleznable y criticable, pero fuera del debate iglesia-Estado) o con ideas destructivas como que todos deberíamos hacer una declaración de la renta a la carta, son tonterías interesadas que intentan conseguir que todo se quede tal y como está. No debería. Ya está bien. Ya es hora de que los fieles sustenten sus credos de manera privada y la religión abandone de una vez la esfera pública.
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