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2006/06/15

La nada catódica

La televisión a ratos, pasa de ser un lugar donde acudir en busca de entretenimiento o información, a ser un pudridero vital para personas momentáneamente incapaces de dirigir sus vidas y sus pulsiones hacia otros empeños objetivamente más interesantes y atractivos. Los motivos pueden ser diversos: una larga enfermedad, la falta de expectativas inmediatas, el agobio ante inminentes pruebas que no se confía superar, las depresiones, una tarde de hastío... En relación a cada uno de ellos he conocido a gente que me cuenta cómo ha podido pasar horas y horas delante del cacharro catódico en una sorprendente espiral de autodestrucción emocional, que los transforma en una especie de amebas humanas, con un alto grado de tartamudez intelectual. La nada catódica es entonces capaz de destruir la autoestima, y desencadenar diversos procesos de involución personal y estancamiento.

Por supuesto en estos casos la televisión no es el problema primario, sino más bien el síntoma de problemas más importantes, pero como droga visual que se conecta a la orden de un impulso manual, es adictiva y repulsivamente atractiva para aquéllos que se quieren alejar momentáneamente de su realidad y los compromisos que con ella tienen adquiridos. Las consecuencias de estos atracones no tienen por qué ser permanentes pero sí son el reflejo de situaciones personales confusas.

Nada que ver estos casos con los de los yonquis asentados que cada día de manera habitual consumen cuatro o cinco horas de basura televisiva, sin ningún tipo de sensación de que podrían estar haciendo algo mejor. No, ellos ya no sienten nunca esa sensación de asco y desagrado ante uno mismo que yo mismo he sentido y que me han descrito otros cuando por algún motivo terminas un día dejándote caer sobre un sofá y conectando el televisor sin ningún fin, salvo alejarte de tus obligaciones reales, tragándote así mierda que no te interesa lo más mínimo y sintiéndote a medida que transcurre el tiempo más y más vacío, sin casi notarlo.

La televisión en este contexto, consigue un borrado perfecto de la sensación de paso del tiempo, hasta que algún impulso, generalmente externo a la ameba, consigue hacerla salir del sopor y traerla al mundo real, recordándole que la televisión, así utilizada, se comporta y se siente como droga, y por lo tanto como ella, no aporta ninguna solución o consuelo ante los problemas, ni siquiera aporta un subidón, y termina dejando tan sólo sensaciones de desazón y tristeza.

1 comentario:

John Constantine dijo...

Totalmente de acuerdo. Pese a que hay actividades que me motivan y satisfacen mucho más, cuando llego bastante cansado del trabajo a casa enciendo la TV por que es lo que menos energía física y mental consume.