
Pues parece que sí lo es. Lo que comenzó siendo la emisión de resúmenes más bien escuetos que preparaban el estreno del programa de turno, se ha convertido en producto en sí mismo. En un interminable y variopinto muestrario de situaciones bochornosas. Curiosamente no ha sido Telecinco, pionera española en la producción de estos formatos, la que ha subido este peldaño abyecto, sino que ha sido la cadena que prometía venir a regenerar el panorama audiovisual privado, Cuatro, que desde el principio ha sucumbido a la búsqueda de una audiencia maleada, que exige más y más leones en el circo televisivo para que sacien sus necesidades imperiosas de nuevos y sangrantes espectáculos. Cuatro vio el filón con los castings de ese sucedáneo barato de Operación triunfo que fue Factor X, cuando las pruebas para elegir a los concursantes les proporcionaron más audiencia que el propio programa en sí. ¿Y qué es lo que vende últimamente en nuestra televisión? Está claro, dejar que freaks y demás hagan el ridículo de forma gratuita ante las cámaras para conseguir a coste cero horas y horas de televisión a costa de reírse de los pobre diablos y utilizar vilmente sus historias, frustraciones y anhelos personales. La televisión así, continúa con su inestimable contribución a la gestación de una sociedad cada vez más débil y alienada que tiene que encontrar monstruos cercanos con los que poder saciar su sed de bazofia y desconectar de su triste y monótona realidad. Sólo hay que ver a la última freak que consiguió encontrar Factor X para usar y tirar con crueldad, al estilo de la inefable Tamara. No sólo debieran hacérselo mirar las televisiones como creadoras de contenidos, sino también aquellos espectadores que mantienen, jalean y hacen creer duran un rato a estos personajes que los aplauden y admiran, cuando sólo los desprecian y se ríen de ellos.
Ahora Cuatro vuelve atacar con más resúmenes de castings. En esta ocasión para un programa de modelos. Ver uno de ellos llega a turbar, a crear desazón, la sensación de bochorno es inevitable. Se aprovechan de las ilusiones malformadas de unas niñas que ni siquiera jamás podrán convertirse en modelos, para utilizarlas gratuitamente creando una pasarela de tontainas integrales con sus valores vitales tan trastocados que lloran, ante el regocijo de las cámaras, por haber fracasado en lo que era la ilusión de sus vidas... ¡¡La ilusión de sus vidas!!... Caminar por una pasarela... Convertirse en ganado visual... ¿Para qué van a estudiar las crías? ¿Para qué van a querer ser médicas, científicas o historiadoras? Nada de eso importa, eso son tonterías, sólo ser famosa, ganar dinero, encontrar atajos hacia una cosa y la otra. Después nos mostrarán el resultado feliz de alguna de ellas, sus logros, la consecución de sus sueños. Nada mostrarán de los cadáveres del camino, de los desechos, de las que se pierden mareadas por el fulgor embriagador de las luces de neón. El fracaso no vende. No tiene sitio en televisión. Pero azota y zarandea en la vida real.
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