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2007/07/22

Ha muerto Polanco, uno de los empresarios más ricos de España

Ha muerto Polanco. Y llega el momento de las loas, las lágrimas, la emoción. Es el momento también de las reivindicaciones. Cuando uno muere los enemigos parecen encogerse, pues ejercer de serlo ofrece una imagen ruin y transformar de repente las luchas en besos y alabanzas tampoco parece creíble. Los amigos en cambio parecen crecerse, incluso se arrogan el derecho de transformar la realidad haciendo crecer una alternativa, como si bebieran Ubik a gañote. Recrean el paraíso que generó en torno a sí mismo el muerto, reconstruyen su vida descartando los detalles oscuros e inservibles, y se centran en las supuestas bondades que adornaron al desaparecido. Sólo indagando en el trasfondo de sus declaraciones uno a veces puede vislumbrar, tan sólo vislumbrar, atisbos de la realidad que fue. Escuchen si no las declaraciones de Rodrigo Rato.

Ha muerto Polanco. Y con él un trozo vital de la historia reciente de este país. Las páginas de los diarios se llenan hoy de los detalles públicos de su vida, de sus posesiones, sus amigos... pero uno sabe bien que los otros detalles, los más interesantes, quedarán siempre ocultos para la mayoría. Sólo hay que recordar que la España democrática ha desfilado durante años por las vivendas y despachos que ocupó el que fuera dueño del más importante grupo de la comunicación de la historia de España.

Ha muerto Polanco. Y deja detrás un emporio diversificado que hunde sus raíces en España pero cuyas ramificaciones más rentables seguramente estén allende los mares, en la América hispanohablante, donde muchas veces PRISA ha tenido un comportamiento viral, radicalmente liberal, que casaba bien poco con la ideología de capitalismo social que predicaba dentro de nuestras fronteras. Su muerte deja a PRISA en una nueva encrucijada (de la que me ocuparé en el próximo artículo) en la que no será él quien guíe sus pasos, ni podrá ser él quien utilice sus influencias para resolverla. Deja al cargo de la empresa al mayor de sus hijos, cumpliendo así con una de las leyes no escritas más antigua, la que estipula que serán los más cercanos por lazos de sangre y no los mas preparados o los que más se lo merezcan, los que reciban el encargo final de administrar el proyecto vital del que se va. Cuál familia corleoniana.

Ha muerto Polanco. El empresario insaciable, el comerciante de la progresía, el impulsor empresarial de la regeneración periodística de este país, la imagen capitalista de la decadencia de la izquierda española. Todos los recuerdos que leo y escucho seguro que no son del todo inventados. Todas los esos Polancos existieron. Su importancia es indudable. La historia se escribe siempre a través de nombres propios. Y sin este hombre mal se podría entender el fin de siglo español, la llegada a la democracia y sus transformaciones sociales, culturales y económicas. Muchas de ellas fueron alentadas, iluminadas o abortadas por los medios de comunicación pertenecientes a sus empresas.

Ha muerto Polanco. Los que desde nuestras vidas particulares convertimos en juego intelectual estudiar su figura y sus empresas, defendernos de su monopolio cultural y mediático, desenmascarar sus intereses y no ceder ante las imágenes edulcoradas (que proponían sus seguidores) de lo que no eran más que intereses económico sólo nos queda despedirnos del hombre y continuar la saludable labor crítica. Porque, no se puede olvidar, la única izquierda mediática que llega a las masas en España es la suya. La que hasta ayer fue suya. La única cosa con nombre de izquierdas. Qué engendro. Cuánto conformismo. Cuánta parálisis.

No hay lágrimas ni emoción en mi despedida. Ha muerto un empresario de la comunicación. El más rico de España. De los más ricos del mundo Otros vendrán a sustituirle y a ocupar su lugar.

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