Miguel Iríbar
Teresa Viejo descubrió hace tiempo la Gallina de los Huevos de Oro cuando la nombraron abanderada de las causas que parecen machistas o socialmente inaceptables y ella supo poner esa sonrisa de Teletienda en cada una de sus apariciones.
El primer salto significativo lo dio como la nueva Directora de Interviú y defendió lo difícilmente defendible: Interviú no es una publicación destinada a los revisteros de peluquerías prefranquistas, sino una gran apuesta por el periodismo de investigación y el papel de la mujer como protagonista en los primeros albores del siglo veintiuno.
Vale, aceptamos barco como animal de compañía, y además, si lo tenemos a mano, lo ojeamos, qué demonios.
A Teresa, que venía de experiencias tan dispares como Rockopop o Pasa la vida (con la Campos), la vimos más tarde en 7 días, 7 noches, relevando a Piqueras, que se nos estaba quemando con tanta nocturnidad, con esos reportajes de contenido sensacionalista y los vídeos de alguna Juani que cerraba el programa contando, en lencería y con una iluminación nada favorecedora, sus aventuras como Reina de la noche o futura Grande de España.
Una vez demostrada su versatilidad y el respeto de su público, que la ha situado en un lugar bastante cómodo, se atreve a dar un paso más con el estremecedor Cambio Radical, donde asistimos a la “creación” de un ser operado a partir de otro que al parecer no se sentía a gusto consigo mismo. Tras operaciones que cuestan una auténtica fortuna, somos testigos de esa mirada perpleja de los familiares o amigos de la persona operada, que hacen enormes esfuerzos por darle al asunto una naturalidad que no tiene.
Teresa Viejo les da siempre la “bienvenida a su nueva vida”, en una frase que tendría gracia si no fuera tan real. Cambio Radical nos presenta de una forma obscena la importancia de la belleza (del canon imperante, claro está) en la sociedad actual. Con su descaro al plantear que la gente no podría ser feliz con este o aquel defecto, con la visión de que, efectivamente, al salir de esas operaciones “uno ya no es uno, sino otro”, el programa nos deja a todos en suspenso, sin saber qué decir o cómo juzgar la situación. Lo peor es que estoy seguro de que si la historia te la explica Teresa Viejo en persona, terminarías convencido y le agradecerías su labor social.
Ni que decir tiene que estas operaciones generarán un “coste de mantenimiento” del que el programa no se hará cargo; incluso en ese caso, ojalá ese sea el mayor precio que esa gente pague por todo esto.
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