
Pues con muchos matices, me atrevería a decir que así es. Tras el empujón que los reality shows significaron, lo cierto es que lentamente los más jóvenes se están alejando de un medio, el televisivo, que les aburre y no les ofrece las novedades y la inmediatez que están consiguiendo por otros caminos. Como ya apuntaba en el post sobre Perdidos y a pesar de que aún lógicamente no es un fenómeno que se haya expandido a toda la población, los datos dicen que el 30% de los hogares españoles ya posee Internet de banda ancha (aún por debajo de la media europea), y esta nueva posibilidad se ha convertido en algo sumamente apetitoso para los más jóvenes a la hora de diversificar su ocio.
Desde luego no es que vayan a ser menos tontos por no elegir ver la televisión. Con Internet y al nivel que suelen utilizar la red muchos adolescentes, la pérdida de tiempo y el grado de alienación que pueden llegar a alcanzar puede incluso ser mayor que cuando se sentaban frente a la cajatonta. Tampoco es algo radical. No es que vayan a dejar de ver la televisión por completo. Además, la justificación para esta caída en las audiencias de los que eran sus programas referente también se podría achacar en parte a la reiteración de las mismas propuestas año tras año (con el cansancio que eso genera), y a la aparición de nuevas cadenas como Cuatro o La Sexta. Pero este nuevo fenómeno internauta es real y sólo hay que hablar con chicos y chicas que tengan ADSL en casa para comprobar que a poco que sus padres les dejan, se refugian en sus cuartos y se conectan a Internet (los programas de mensajería instantánea arrasan entre ellos). Los mayores, siempre ajenos a los usos de ocio de las nuevas tecnologías, siguen reconociendo en cambio la televisión como algo propio, pero los mas jóvenes están convirtiendo la red en su territorio personal, ajeno al de los adultos de su hogar, un lugar donde pueden estar conectados desde sus casas con sus amigos, y donde encuentran infinidad de posibilidades de diversión. Puede que a la televisión convencional le haya llegado el momento de enfrentarse a un competidor de su altura.