Por fin, el cisma. En este mundo de símbolos, la muerte de Erika Ortiz puede leerse perfectamente como un sacrificio en beneficio de la higiene y la salud pública. La Historia está llena de muertos cuya sangre sirvió de alimento a las guerras. Todavía hoy seguimos salpicados por la sangre de los fallecidos del 11-S: la vemos en Afganistán, en Irak, en la esquizofrenia global que gobierna la política mundial y que tiene su icono más perfecto en la imagen ambivalente del presidente de EE.UU.: unos días caricatura, otros días pariente sanguíneo de Charles Manson. Sin ir más lejos, la propia Gran Guerra, de cuyas aguas surgieron estos lodos, se desencadenó a partir de un disparo. Probablemente, viendo lo que ha ocurrido en el mundo, especialmente en zonas como los Balcanes, Gabrilo Prinzip se hubiera pensado muy mucho descerrajar el revólver contra Francisco Fernando y su señora.
Erika Ortiz puede marcar el punto de arranque para un proceso sin precedentes de limpieza dentro de nuestro periodismo. El debate en torno al tratamiento que debe darse a la información sobre el triste fallecimiento de la hermana de Letizia Ortiz está encendiendo la mecha de un fratricidio muy interesante. La prensa “seria”, con El País, El Mundo y ABC a la cabeza, se postula como defensora de la intimidad y el respeto frente a los medios más rapaces, que evidencian su apetito frisando nuestros hogares de un inflamado rojo sangre.
Resulta saludable asomarse a los magazines matutinos y vespertinos de estos días para ver hasta qué punto el fallecimiento de Erika Ortiz está transformando nuestra televisión. El nutrido circo de supuestos periodistas de investigación se ha quitado la careta. Dorian Gray ya no es bello: el cuadro sale a la luz y evidencia su monstruosidad amoral. Viendo cualquier programa rosa, contemplando cómo un puñado de personajes se revuelven contra lo que consideran una afronta de sus hermanos serios, tengo la sensación de estar presenciando a un puñado de chacales hambrientos en una jaula. Incluso he estado tentado de arrojar una chuleta cruda contra la televisión.
El tomate se pudre, la salsa rosa se agria... A Ana Rosa Quintana se le asoman dos colmillos, y María Patiño empieza a parecerse peligrosamente a Lon Chaney. Esto cobra por momentos el aspecto de una película de terror de Serie B. Sólo una guerra civil entre periodistas podía acabar con esto. Sonrío de felicidad frente al televisor. Ya es hora de que se emita un reality de calidad.
1 comentario:
Buf...Pues yo, hasta cierto punto, no comparto tanto optimismo. Primero, porque por parte de los medios serios, ha habido un despliegue de medios que no me ha gustado un pelo -más allá de la corrección con que han tratado el tema-. A mí me habria sobrado por parte de "El pais", "el mundo" con una necrológica, sin necesidad de movilizar ediciones, reporteros. Y tambien por que... vaya, precisamente con la casa real por medio. Ha habido oportunidades, y muchas, para que la prensa seria denunciara esto, y tiene que soy ahora -justificadamente, eso sí- cuando se pone el grito en el cielo...
Y la actitud de dos "Prestigiosos" periodistas como Ansón y Peñafiel , de cubo de la basura. Directamente.
En fin, que lo único bueno del asunto es que la finada ya no está con nosotros y se ha evitado sufrir el marasmo de inmundicia que los demás hemos padecido. Descanse en paz.
Pero no veo que la cosa tenga arreglo a estas alturas, sinceramente. A lo sumo se censuraran los contenidos sobre la casa real.
Saludos y enhorabuena, como siempre, por el magnífico nivel.
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