Sin lugar a dudas Mujeres (una producción de El Deseo, la productora de los hermanos Almodóvar) es una apuesta diferente en el panorama de la televisión española. Aporta una veracidad y un realismo tragicómico que la distingue con claridad de las manidas comedias que llevan años triunfando en este país a base de repetir tópicos y situaciones durante decenas de episodios (que además después las cadenas reemiten sin compasión para terminar de estrujar y destrozar el producto). Aunque la productora de la serie asegura que Almodóvar no tuvo nada que ver en el proceso creativo de la misma (cosa que no hay por qué dudar) lo cierto es que tanto el tema escogido como la manera de enfocar el argumento beben claramente del universo del director manchego, sobre todo de las películas en las que retrata los avatares de los barrios de una gran ciudad y la fuerza de las mujeres que sobreviven en ellos (¿Qué he hecho yo para merecer esto? y Volver).
Han escogido un grupo de actrices semidesconocidas que dan vida a una mujer, Irene (Chiqui Fernández) que tras quedarse viuda debe ponerse al frente del negocio familiar mientras trata de sacar adelante a su familia, formada por su madre, una mujer fuerte que está empezando a perder la razón (Teresa Lozano), la hija mayor que vuelve a casa tras su enésimo fracaso sentimental (Carmen Ruiz) y la hija menor, inteligente pero acomplejada que no ve con buenos ojos el regreso de su hermana (Inma Cuevas). Junto al resto de personajes secundarios que aparecieron en el primer capítulo reflejan con acierto el día a día de un barrio cualquiera de una gran ciudad, un lugar donde las risas acompañan con facilidad a las lágrimas y en el que las relaciones y conversaciones entre las mujeres, sus deseos y frustraciones se presentan con marcada fuerza y verosimilitud.
Los directores, Félix Sabroso y Dunia Ayuso, dieron muestra en el primer episodio de oficio y de saber controlar el ritmo de la historia, dejando fluir a los personajes con naturalidad, mostrándonos las ágiles conversaciones y los inevitables enfrentamientos de estas mujeres con carácter y personalidad que, a pesar de su fuerza e independencia, no podrían vivir las unas sin saber de las otras. Como la vida misma. No obstante incurren, tampoco sé muy bien por qué, en algunos errores innecesarios que entorpecen la narración y que no sabemos si cobrarán sentido en episodios posteriores. Es el caso del personaje del neurótico que tiene que desayunar cada mañana en la misma mesa de la cafetería-panadería que regenta Irene (es demasiado evidente y no aporta nada la copia del personaje que interpretara Jack Nicholson en Mejor Imposible) o la presencia de la chica cubana que trabaja en el negocio y que, al menos en el episodio de ayer, desfilaba ante la cámara sin saber muy bien que papel desempeñaba en la historia.
Lo iremos viendo a lo largo de las semanas. La serie consta de 13 episodios y los directores prometen que es autoconclusiva (lo que es de agradecer, estas historias cuando se alargan pierden siempre calidad). Tras haber sido presentada como gran apuesta para
TVE, sigue a lo suyo, haciéndose cada día el haraquiri. Como leía en un comentario del blog de Electroduende, mientras la bazofia de Ana y los siete se emitió durante años en el prime time de
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