Blog libre e independiente sobre televisión. Noticias, críticas y análisis de nuestra realidad catódica desde el criterio y la libertad.

2007/01/31

El egotelediario de Fernando Sánchez Dragó

Se le ve como un niño con juguete nuevo. Satisfecho, tan encantado de conocerse a sí mismo como siempre, con ganas y necesidad de reivindicar lo libre e independiente que es. Y lo liberal, ojo, que ahora en los últimos años a liberal no le gana nadie a Sánchez Dragó, o al menos eso grita y vocifera a los cuatro vientos. Parece estar de moda esto de los telediarios de autor, pero lo cierto es que desde las corbatas de Carrascal o los cabeceos de Hermida, pasando por la pléyade de presentadores norteamericanos que han utilizado este formato personalista que ahora reformula Sánchez Dragó, llevamos muchos años presenciando telediarios de este estilo. Nada nuevo bajo el sol televisivo.

No me cae mal Sánchez Dragó. Tampoco especialmente bien. Su discurso de niño terrible y políticamente incorrecto me resulta un tanto irritante. Hablo de su faceta periodística, claro. Sus programas de libros han sido siempre auténticas bombas de relojerías en los que se mezclaban su inagotable verborrea y egocentrismo que impiden siempre que en cualquier entrevista a autor conocido no terminen apareciendo referencias a libros del propio Dragó o narraciones de sus propias vivencias personales, casi con el exclusivo afán de eclipsar al entrevistado (memorable su arrebato místico-liberal de hace poco tiempo frente a Jiménez Losantos en la presentación de su último libro, en el que se vanagloriaba de ser más liberal que el propio FJL y aseveraba sin pudor que él por privatizar, privatizaría hasta el Museo del Prado) o su capacidad para moderar fantásticas tertulias entre personajes de lo más dispar (por ejemplo, hace unos años, antes que la progresía lo echara de TVE, invitó a Mayor Oreja y a Anasagasti a participar en un coloquio con otros dos autores sobre la figura de Sabino Arana, con un resultado divertido y didáctico).

Ahora, gracias a la manipulación política del canal autonómico de Madrid y a los tejemanejes que acabaron con el despido de Germán Yanke, le llega la oportunidad de hacer un telediario a su medida, al menos durante un tiempo, hasta las elecciones autonómicas, pues el PP querrá hacer creer que no ejerce el férreo control ideológico que de hecho ejerce en Telemadrid y querrá vender la imagen de falsa independencia y pluralidad. Un telediario además al que nadie le va exigir ritmo, ni altas audiencias, ni ortodoxia a la hora de seleccionar las noticias. Pero que ofrece algo distinto que se agradece a la medianoche. Ofrece sosiego, discusión civilizada, invitados conocedores del tema del que se habla, ausencia de tertulianos todoterreno y la certeza de no saber nunca por dónde va a salir la estrella, que ejerce de ello, que se sabe diva y por tanto caprichosa y ¿libre?

De momento el telediario es distendido, respira cierta informalidad. A Dragó se le ve un tanto envarado en la mera lectura del telepronter, pero más suelto cuando entrevista o discute con sus invitados. Le acompaña presentando el telediario la inevitable periodista que le quita material superfluo y que aporta un punto de mayor dinamismo y ortodoxia informativa, mientras que él se queda con las noticias y secciones más jugosas del telediario, aquellas que le interesan y le apetece contar. Ya ha mandado de momento a la basura los deportes. Lo considera irrelevante y no da una sola noticia sobre ello. Desdeña la economía y prioriza las noticias políticas y literarias. Lo dicho, en su salsa. Se le veía disfrutar malévolamente cuando explicaba el porqué de la ausencia de noticias de deportes en su informativo.

Un tipo tan vanidoso como Sánchez Dragó tiene una ventaja: siempre pensará que puede enfrentarse a cualquier invitado, de cualquier pelaje, y salir victorioso. Estoy seguro que buscará siempre reivindicarse como independiente porque sabe que muchos piensan que es un parche al despido deshonroso y miserable de un Germán Yanke que no se sometió totalmente al poder de Manuel Soriano, presidente de Telemadrid y perrito faldero de Esperanza Aguirre. Veremos cómo evoluciona. Mientras tanto un pero. Aunque es agradable ver terminar un informativo con la declamación orgullosa de un poema de Lope de Vega, y también es interesante el papel preeminente que la cultura y la literatura tendrán en su informativo, de nuevo ni un minuto de ciencia, noticiosa o divulgativa, aparece en un informativo español. Ni siquiera en uno tan heterodoxo como éste. En este tema todas las cadenas, todos los informativos y todos los presentadores ejercen al unísono de lo que son, analfabetos científicos, que además parecen estar orgullosos (o al menos no preocupados) de serlo. Una pena.

2007/01/21

Futurama, diversión asegurada en la sobremesa

Cada día, tras el almuerzo, entre tomates putrefactos y patéticos culebrones, aparece en La Sexta la reposición de una de las series de animación más divertidas de la historia de la televisión. Estoy hablando de Futurama, la serie creada por Matt Groening en la que un repartidor de pizza, fortuitamente criogenizado en la actualidad, despierta en el año 3000 en una futura "Nueva Nueva York" plagada de robots, alienígenas y seres extraños. Groening, que fuera también el creador de la familia de animación americana más famosa de todos los tiempos, Los Simpson, cuyas infinitas reposiciones en A3 han provocado cierto hartazgo, ideó esta serie futurista e irónica que se emitió en EEUU durante cuatro años (y que en España fue maltratada por A3 cuando tuvo los derechos, ya que la emitía como mera comparsa de Los Simpson) y que le permitía desarrollar un humor diferente, más cínico y libre, que con la ya más institucionalizada serie de la familia de Springfield.

Y lo cierto es que Futurama tenía vida propia más allá de Homer, puesto que al transcurrir en el futuro y desligarse de la vida tradicional americana y sus contradicciones, permitía a sus creadores todo un abanico de posibilidades para desarrollar su creatividad e ingenio hasta límites inimaginables, crear personajes absolutamente extravagantes, homenajear a los clásicos escritores de ciencia ficción de los años 50 y plantear situaciones y diálogos brillantes y absurdos.

La gran fuerza de Futurama reside evidentemente en sus personajes. Todos ellos (Fry, Leela, el viejo inventor sobrino de Fry...) poseen rasgos que se debieran considerar negativos pero que permiten multitud de situaciones en las que resuelven sus problemas precisamente enarbolando esos defectos como bandera. Sobre todos ellos destaca la figura de Bender, el robot doblador de vigas amigo de Fry, uno de los mejores y más divertidos personajes de ficción creados en los últimos 20 años (el doblador español clava su interpretación, por cierto) que reúne en él todos los defectos inimaginables. El robot es un borracho (¿cómo llegarían a la idea de un futuro donde un robot tiene que ser un alcohólico para mantenerse sobrio, puesto que no beber le produce una terrible resaca y le lleva a la muerte? Realmente me imagino a los tipos cuando lo decidieron partiéndose de la risa), es misántropo, egocéntrico, ladrón, y terriblemente sarcástico pero a pesar de todo es querido por sus amigos y sus intervenciones son siempre bienvenidas por el espectador. Otro personaje muy curioso, en principio secundario, es el Dr Zoidberg, una especie de langosta alienígena que ejerce de pésimo médico del grupo de tarados ya señalado, y que representa el punto de humor más absurdo y surrealista de la trama, puesto que sus apariciones, esporádicas y cortas, parece que nunca tienen que ver con el débil hilo que une los gags de cada episodio, pero retan al espectador, provocando incredulidad y sorpresa por el surrealismo de sus intervenciones. No desentonaría en alguna película de los hermanos Marx.

Tras cuatro años en antena, desde 1999, la serie fue retirada en EEUU pero posteriormente, ante la presión de sus seguidores y el enorme éxito de las ventas de todas las temporadas en DVD, los directivos de la Fox parece que han reflexionado y ya se habla de la creación de nuevos episodios para una nueva temporada. Episodios donde podremos disfrutar de momentos tan divertidos como cuando Bender se convirtió en un terrible dios de unos liliputienses que habitaban en su cuerpo metálico, o unos parásitos de un sándwich en mal estado hicieron más inteligente y fuerte al torpe de Fry; o el capítulo donde Brannigan (un capitán vanidoso y relamido del ejército espacial del mundo, en clara referencia al capitán Kirk de Star Trek) y el propio Fry son condenados a "muerte por quiqui" en el planeta de las amazonas gigantes, o cuando Fry se convierte en su propio abuelo al acostarse con su abuela en un viaje accidental al pasado, obviando todas las posibles paradojas que la ciencia ficción lleva años planteándose. Y así un sinfín de momentos memorables que ahora se pueden disfrutar de nuevo en las emisiones (un tanto desordenadas) de La Sexta. Dibujos animados de calidad para todas las edades.

2007/01/18

"Camera Café": ¿Dónde está la gracia?

Tengo que admitir que a veces la televisión logra desconcertarme. Por más que lo veo y reveo, no consigo entender cómo Camera Café, el espacio de humor que sirve de antesala al prime time en Telecinco, ha logrado alcanzar tal nivel de éxito entre la audiencia y, sobre todo, tanto predicamento entre la crítica televisiva nacional. Aunque me lo he propuesto de veras varias veces, con predisposición y talante favorable, no consigo superar el hecho de que este supuesto espacio humorístico no me despierta ni la más remota simpatía.

Lo mejor que puedo decir de Camera Café es que al padecerlo siento cierta sensación de nostalgia: recuerdo los teatros infantiles de fin de curso, a los que consagrábamos indecibles horas de ensayo, y que después interpretábamos torpemente ante la indiferencia de los compañeros y el cariño incondicional y benevolente de nuestros padres. Camera Café comparte en sus guiones y en su interpretación cierto territorio común de amateurismo y pachanga con aquellos teatrillos de vodevil que cualquier profesor de Lengua con ínfulas de dramaturgo preparaba con entusiasmo y fruición para mayor gloria de sus alumnos. Ignoro cómo será el formato matriz francés, pero lo que es el español no me mueve más que al sonrojo y al zapeo.

Probablemente el problema está en mí. Todo lo que leo sobre la serie está plagado de epítetos que no reconozco: “una serie que destila mala leche”; “un fresco mordaz de tipos humanos”; “un espacio para la sonrisa inevitable”. ¿Realmente provoca hilaridad ver al insufrible Arturo Valls –lo siento, no lo soporto, por más que Telecinco pretenda imponerlo como el nuevo chico-para-todo del canal, al estilo de Jesús Vázquez o Jaime Cantizano- ensartando sandeces frente a Carolina Cerezuela, que ejerce estática y perenne su rol de “rubia tonta” (por cierto: ojo a esta chica; pronto la tendremos hasta en la sopa)? Lo que más me “mosquea” de esta falta de sensibilidad por mi parte es que, objetivamente, el espacio está apoyado sobre varios pesos pesados y valores indiscutibles del panorama audiovisual: está el inclasificable y versátil Álex O’Dogherty; está el elogiado Daniel Albadalejo; están los autores de La Cuadrilla, con un primer largo realmente notable... La única forma que tengo de razonar esta indiferencia es pensar que quizá con Camera Café pasa algo así como con el Real Madrid. Todos son galácticos, pero al salir al campo hacen un juego lamentable.

2007/01/11

"Los Hombres de Paco", española pero bien hecha

Anoche seguí con una mezcla de sorpresa e interés el regreso de la teleserie de Antena 3 Los Hombres de Paco. Lo cierto es que en sus primeras semanas de emisión ya llamó mi atención, pero después de la primera temporada la serie parece haber ganado en solidez y en complejidad. Ayer me encontré con una propuesta bien elaborada, con un montaje impecable, un guión consistente y unos personajes creíbles y bien compuestos. No es una genialidad, pero resulta esperanzadora por lo que respecta a la salud de la ficción española.

A cualquiera que vea la serie se le ocurrirán a buen seguro un buen racimo de críticas y objeciones. Entre ellas, probablemente, las más abundantes se referirán a los personajes, quizá demasiado estereotipados y muy proclives al tópico, y al tono ibérico-landista de los diálogos y las situaciones. Para las dos críticas hay réplica. En cuanto a los personajes, el carácter estereotipado es una cuestión que resulta insalvable, y me atrevería a decir que incluso necesaria para una teleserie. Nos guste o no, la teleserie española bebe mucho del sainete español de comienzos de siglo (Jardiel Poncela, Benavente...), donde la puesta en escena de tipos que sintetizaban atributos y características –“el guapo”, “el tonto”, “la decente”, “la solterona”- era una práctica habitual. No se trata, en cualquier caso, de una flaqueza de nuestro teatro: el mismísimo Oscar Wilde adoptaba habitualmente este planteamiento en sus obras teatrales. El recurso del topicismo lastra, es cierto, la profundidad psicológica de los personajes, pero también permite poner en escena y manejar con solvencia situaciones muy diversas. Este es, no lo olvidemos, uno de los grandes recursos de la telenovela, que bebe, tampoco hay que perder la perspectiva, de la novela realista del siglo XIX. Y que yo sepa, nadie ha quemado todavía a Perez Galdós, Dostoievski o Flaubert.

En cuanto al tono de la teleserie, aunque ha incrementado su vis dramática, es cierto que recurre de manera continua al “iberismo”: chistes y situaciones en las que se explota la línea algo ramplona, malhablada y excesivamente proclive al cliché sexual que caracteriza eso que se ha llamado el humor español. Me parece, en cualquier caso, que este “iberismo” siempre se emplea de forma contenida. En el capítulo de Los Hombres de Paco de ayer había humor negro, ironía, mala leche, ataques de cuernos y tristeza. Todos estos elementos están en nuestra tradición artística y literaria, desde Cervantes hasta Valle-Inclán, pasando por Quevedo y Goya. Son los cimientos sobre los que se sostiene nuestra cultura. Que lo veamos como algo muy próximo no le resta valor a Los Hombres de Paco. Más bien se lo concede, porque, lejos de la pretenciosidad o la vocación de modernidad y vanguardia, asume su condición de heredera de una tradición. Los Hombres de Paco no es más que un producto español.

2007/01/10

Sobre los atajos de la fama

Tremendo revuelo el que se ha montado a raíz de la publicación del último número de la revista Interviú. En su portada, la gallega Ana María Ríos parece desquitarse de los malos momentos que vivió tras su confusa y esperpéntica detención en Cancún luciendo un palmito intachable, con cierto aire de calendario garajero. Eso que ahora se llama la sociedad civil se ha echado las manos a la cabeza, pertinentemente zarandeada por la voracidad de los medios más amarillos, por lo que consideran un signo de desfachatez y una falta total de coherencia: nadie acaba de entender cómo la gallega ha podido aprovechar su desgracia de una forma tan frívola, sobre todo teniendo en cuenta que su liberación fue posible gracias en parte a la generosa dádiva de su entorno más cercano. Ella se desquita y arguye que, desde muy joven, siempre mantuvo el deseo de cumplir ese sueño: posar para Interviú.

Los caminos del ansia de notoriedad son inescrutables. Ana María Ríos acaba de ingresar en la taifa de la fama rápida y fácil. Ya se ha hecho con los servicios de un representante, y después del asalto al quiosco ya se relame preparando su despegue catódico. No hay que ser muy torpe para imaginar que éste se producirá este fin de semana, en cualquiera de los espacios charcuteros que decoran el fin de semana.

La fama se ha afianzado, qué duda cabe, como un gran tótem de nuestro tiempo. Constituye un valor en sí mismo, algo que causa admiración, al mismo nivel que la inteligencia, el ingenio o la destreza física. Los famosos desprenden un halo a su paso que se acerca bastante al que provoca la contemplación de una piedra preciosa. Al margen de nuestra opinión sobre el famoso de turno, al rozarnos en el AVE con cualquier fantoche de cara televisiva padecemos cierta sensación de estar asistiendo a una epifanía, un momento vibrante e intenso, directamente relacionado con nuestra experiencia de espectador televisivo. Hasta la persona más seria y coherente no puede evitar sentir cierta fascinación absurda al encontrarse con Isabel Pantoja en Barajas. En ese sentimiento inconsciente e incontrolable reside a mi juicio una pulsión atávica que nos acerca a las raíces de lo religioso, del culto primigenio al tótem, a la figura, al símbolo.

Gracias a la Revolución Francesa y a la Ilustración, conseguimos domarnos y aprender a convivir con las categorías, la estructura y la razón. Occidente está construido sobre los principios apolíneos y sobre el pensamiento científico. Pero hay aspectos que huyen por los resquicios de esta estructura. La religión es una de ellas. La fama constituye algo así como una especie de religión pagana y postmoderna, plagada de iconos y de símbolos tan ricos como cualquier fresco de Miguel Ángel o de El Bosco. Su problema, como casi todo lo postmoderno, es la vacuidad: la condición de carcasa hueca, de huevo de chocolate que no depara ninguna sorpresa en su interior.

Ana María Ríos probó la miel de la fama con su infortunio en Cancún. Fue una fama fea, sucia, desagradable, pero lo suficientemente adictiva como para incitarla a repetir. Lo único objetable, a mi juicio, es el mal gusto de su opción: ya puestos, podría haber elegido alguna publicación menos casposa. Pero se trata, a qué dudarlo, de un golpe hábil y sagaz: con este viraje, la gallega acaba de abrir una nueva puerta en la gruta de la fama; la puerta más lucrativa y rentable, donde habitan, como en el Jardín de las Delicias de El Bosco, los monstruos, asesinos y degenerados con más lustre del Paraíso. Larga vida televisiva a Ana María Ríos. Muy pronto, se le rezará en los templos de la prensa rosa.

2007/01/01

El humor ácido de Ángel Martín en La Sexta

En esta ocasión decidí evitar las absurdas y repetitivas retransmisiones de las campanadas de fin de año que año tras año realizan las cadenas más veteranas de la televisión española, y optar por ver la última media hora del año que se iba y las campanadas en La Sexta, con Patricia Conde y Ángel Martín, presentadores del programa semanal Sé lo que hiciste la última semana, que fueron los encargados de despedir el año en el nuevo canal de televisión.

Frente a la tradición y la clase (¿aburrimiento y encorsetamiento?) que propone año tras año TVE (si repitieran la retransmisiones de años anteriores se ahorrarían el sueldo del sempiterno Ramón García), la falta de fuerza habitual de las retransmisiones de A3, y la evidente sensación de que esa noche no tiene nada que hacer de T5, que cada año se inventa algo más raro para presentar las campanadas (este año utilizaron a los actores del culebrón Yo soy Bea) La Sexta, consciente de que su cuota de pantalla sería mínima, emplazó a los conductores de su programa más subversivo y cachondo a un especial fin de año que terminase con la despedida del 2006.

El programa era una especie de refrito, con nuevos guiones, de lo que ya habían mostrado a lo largo del último trimestre en el programa semanal. Para los que no conozcan el formato, se trata de una recopilación de las mayores majaderías y chorradas de los programas de cotilleo y escarnio público de todas las cadenas de televisión, locales y generalistas, sacando punta y humor de ellas, de su imbecilidad, de los imbéciles que las generan y de la falta de entidad y seriedad de aquellos a los que se les llena la boca diciendo que son periodistas.

Esa sección del programa (tiene otras que no he visto) la presentan, como ya he dicho, Patricia Conde y Ángel Martín. Con un guión preestablecido y unos roles evidentes (ella de ingenua graciosa y él de cínico sarcástico) comentan las imágenes de los programas aludidos con un humor negro y directo que funciona casi siempre a la perfección. El alma de la sección es evidentemente Ángel Martín, un tipo en absoluto ajeno al mundo de la televisión, pues ya fue guionista de 7 vidas (de ahí la mala leche) y perteneció a la factoría de cómicos de Paramount Comedy. Con una forma de expresarse muy diferente a la habitual en televisión, analiza con acidez e ironía (y un puntito de desprecio) a los supuestos periodistas del corazón, descubriendo sin compasión sus vergüenzas, sus contradicciones, sus latiguillos, sus inconsistencias, sus trampas y sus mamoneos, pero eso sí, importante, la crítica sólo se centra en el mal ejercicio de su profesión. El programa elude sin pudor esa máxima corporativista de perro no come carne de perro, que tanto les gusta utilizar a los periodistas, y seguramente sólo se podría emitir en una cadena como La Sexta, cuya repercusión mediática es prácticamente nula. Usando un lenguaje directo, a veces incluso grueso, y permitiéndose el uso puntual e inteligente de tacos (algo de agradecer ante tanto lenguaje pretendidamente neutral y educado), Ángel Martín, junto al contrapunto jovial y necesario de Patricia Conde, ha conseguido alguna de mis carcajadas más sinceras y francas de los últimos tiempo en televisión.

Tal vez sea así, con el humor, el sarcasmo y la ironía, la mejor manera de combatir la podredumbre que invade las televisiones y los hogares de este país. Pues no hay nada de malo en ser un poco cotilla alguna vez. Es humano y natural. Pero el grado de desvergüenza y falta de compasión que esgrimen algunos programas sobre los famosos roza ya el sadismo.

Mientas tanto siempre nos quedará gente como Ángel Martín, en un programa al que tal vez se le observan claras deficiencias y que no tendrá mucho recorrido, pero que sirve para reírse un rato con un humor cáustico, tan diferente al blanco o de imitaciones que se emite habitualmente por televisión. En la noche del 31, mientras una exultante y nerviosa Patricia Conde, muy bien en su papel, mostraba su tensión ante el hecho de presentar las campanadas por televisión, un malhumorado y mordaz Ángel Martín la miraba con asombro y desdén y le espetaba algo así como “no sé por qué te pones tan nerviosa, si no nos estará viendo nadie, bueno tal vez mis padres, que todavía estarán cabreados porque no he ido a pasar el fin de año con ellos, y encima por hacer esto”.