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2006/12/15

Risto Mejide, o cómo atrapar a la audiencia disidente

La incorporación a las filas de Operación Triunfo de un personaje como Risto Mejide ha añadido un poco de colorido y chispa al aburrido circo en el que se había convertido este show de horripilantes niños probetas. En medio de tanto esplín catódico, las salidas de tono de este esperpento mediático de reciente alumbramiento han logrado, al menos, revolver a los espectadores de sus sillas, provocando en la audiencia sensaciones encontradas de indignación y divertimento. Por encima de todo, lo que resulta claro es que con este personaje Operación Triunfo se ha apuntado un valioso tanto en el complicado infierno de retorcer el cuello de los formatos agotados y sin salida. La operación ha resultado, además brillante, ya que además de inventarse un personaje, han logrado con ello acercarse a la significativa cuota de audiencia que despotrica y desprecia el tono dentífrico, alavandado y hortera del programa.

Risto Mejide pretende erigirse en símbolo de una parte de los telespectadores, normalmente de edad juvenil, que reniegan del formato por considerarlo vacío, mercadotécnico y superficial. Hablamos de los jóvenes que ven el talento musical como algo más que la habilidad del busto cantante. Normalmente, este tipo de jóvenes no es consumidor de radiofórmula, el principal público interno de los productos musicales de OT. Se decantan por conceptos musicales más elaborados, en los que todavía tienen validez valores como la composición, las buenas letras o la modernidad de las propuestas.

Todo ello parece encajar con el prototipo de Mejide. Con un look notablemente desfasado, que recuerda mucho al de los ex combatientes de Vietnam que se debatían entre la neurosis y la protesta contra el stablishment a finales de los 60, el singular juez de OT juega el papel de outsider. Lo demuestra con su propia mirada, oculta tras las oscuras lentes a lo John Rambo, pero también con su propia pose sobre la mesa del jurado: siempre informal, siempre calculadamente desabrido, como si estuviera preguntando permanentemente qué hago yo aquí. Y por supuesto, lo demuestra con sus palabras: sus comentarios son dardos contra toda esa tremenda casa de juguetes, contra ese edén californiano de chicas ceñidas y hombres guapos que representa la estética de OT.

Se trata, no nos engañemos, de una pantomima, de un tremendo teatro. Risto Mejide es un hombre de larga trayectoria en el ámbito publicitario; está familiarizado con las formas de vender y los mecanismos del reclamo. Aunque pueda parecer gracioso, nada en un formato como OT es improvisado: se trata de una composición perfectamente calculada. Bajo un atractivo envoltorio de carácter y diferencia, detrás del personaje no hay más que chapapote: la agresiva marea negra del apetito voraz de audiencia, que persigue a todo trance la contaminación del público disidente.

2006/12/05

Pésimo Sexto sentido

Una decepción completa y una lamentable pérdida de tiempo supuso anoche permanecer durante más de hora y media frente al televisor para intentar encontrar algo interesante, arriesgado, novedoso o polémico en el nuevo programa informativo de La Sexta: Sexto sentido. O tan sólo encontrar información y análisis. Igual era mucho pedir. Liderado y presentado por las tres apuestas femeninas que la cadena ha hecho para sus informativos (Mamen Mendizábal, Helena Resano y Cristina Villanueva), el programa comenzó con una entrevista a Iñaki Gabilondo. Si ya no se entiende muy bien a cuento de qué era entrevistado Gabilondo en un programa político y social de actualidad, el desarrollo de la entrevista fue algo realmente penoso que provocaba vergüenza ajena.

Las tres periodistas en lugar de ejercer con dignidad y profesionalidad su profesión se dedicaron a sonreír, babear y pelotear sin pudor a un Gabilondo que, sin culpa, se dedicó a contar sus batallitas radiofónicas y televisivas, en una claro síntoma del camino hacia la jubilación en el que ya parece plenamente embarcado. No voy a comentar las declaraciones de Iñaki ni sus contradicciones evidentes (ya lo he dejado claro en otros posts), tan sólo reseñaré que, ante las idiotas alabanzas que se le dedicarán por su sinceridad a la hora de decir que por trabajar en el medio de comunicación en el que está no puede hablar de Polanco o de sus empresas, diré que lo valiente sería hacer lo contrario. O al menos no pretender dictar lecciones de periodismo veraz y responsable a nadie, algo que él y muchos de los suyos se dedican a hacer cada día desde los medios afines a Prisa. Y no nos engañemos, no es lo mismo no criticar a una empresa pequeña cuya influencia social y política es nula (lo cual te permite hablar con libertad sobre los temas generales,) que no hacerlo a Prisa y a sus empresas y negocios colaterales, cuya influencia e importancia tanto social como políticamente hablando, son de gran calado en este país.

El bochorno aumentó cuando sacaron a relucir el pasado familiar del invitado, vinculado a una carnicería, e intentaron que mostrase sus dotes carniceras descubriendo e identificando partes de una vaca de cartón. El pobre hombre no sabía donde meterse puesto que claramente no tenía ni idea de ello. Finalmente Helena Resano tuvo que improvisar sobre la marcha para despedirle abruptamente antes de que el bochorno fuera tal, que terminaran saliendo en todos los programas de zapping de la semana. Las tres periodistas demostraron su absoluta incapacidad para realizar una entrevista coherente, creíble, seria y esclarecedora. Generaron una sinergia negativa donde todas aparecían tontamente rendidas a los pies de su ídolo y no les daba ninguna vergüenza mostrarlo, para perjuicio de su propia credibilidad y de la paciencia de los espectadores. Pero el asunto no mejoró tras la entrevista. En absoluto. En otra sección del deslavazado programa, Mamen Mendizábal moderó (o pretendió hacerlo) un cara a cara entre dos políticos, uno del PP y otro PSOE, a cuenta de la guerra de los vídeos propagandísticos de estas últimas semanas. La ronda inicial de preguntas parecía sacada de una película de los hermanos Marx: al del PP, ¿miente el vídeo del PSOE? Respuesta: Sí. Al del PSOE, ¿miente el vídeo del PP? Por supuesto. Al del PP, ¿Su vídeo dice la verdad? Pues sí. Al del PSOE, ¿y el suyo? Faltaría más... No daba crédito a lo que veía. No se puede hacer una cosa más gilipollas en televisión que este prolegómeno a un duelo dialéctico que lógicamente resultó ser pobre intelectualmente, manipulador y desinformativo pero... ¿Qué quería que le contestasen a esas preguntas? ¿Hay algo más inútil que traer a esos dos políticos a soltar sus promociones y consignas sobre una realidad ajena al ciudadano? ¿Y encima, en vez de enfrentarlos a sus propias contradicciones, dejar que digan sus tonterías con plena libertad?

Dejo el programa un rato para coger aire. Cuando vuelvo están emitiendo un reportaje sobre los chicos marroquíes que tratan de cruzar el Estrecho en camiones de mercancías o autobuses, en busca de una oportunidad de vida diferente en Europa. El tema es serio pero está tan manoseado, tan explotado, tan visto en televisión que el nuevo reportaje no sólo no aporta ningún dato que no se conozca sino que su aire de trascendencia, su pretenciosidad y su anorexia informativa es digna de hacerle pertenecer al mismo grupo de reportajes vacíos y sensacionalistas al que pertenecen los reportajes de A Fondo ( de los informativos de A3). Periodismo basura de investigación. Pero faltaba la guinda. Tras el reportaje aparece de nuevo Helena Resano para moderar lo que parecía una especie de pomposo senado popular cuidadosamente escogido, que iba a hacer preguntas candentes y de actualidad a un magistrado del Tribunal Supremo que estaba invitado para resolver las dudas ciudadanas. El tema era la especulación urbanística y la corrupción en los ayuntamientos. Las preguntas se hacen muy serias, los ciudadanos cumplen con su papel, todos muy circunspectos, con caras de concentración y enorme preocupación. Mientras cada uno de ellos hace su pregunta un rótulo nos informa de su profesión y su edad. En primer lugar interviene una auxiliar de vuelo. Después un estudiante. Las preguntas son sobre temas complejos pero se despachan (como durante todo el programa) con rapidez y sin análisis. Lo mejor llega cuando le toca el turno a una mujer negra. Mientras hace su pregunta el rótulo nos informa sobre ella. Donde en los demás aparece escrita su profesión, en ella aparece: inmigrante. Lo flipo. Ése es su trabajo y condición. ¿Y tú de que trabajas? Yo de inmigrante. Son tan progres y políticamente correctos que nos quieren hacer ver que en su programa todos tienen voz. Aún a costa de parecer unos estúpidos. Lamentable. Una panorámica nos muestra una imagen del conjunto. Observo un hombre que va en silla de ruedas. Ya no puedo más. Apago el televisor. Me queda una duda... ¿Cuándo ese tipo haga su pregunta, el rótulo qué pondrá? ¿Discapacitado?

Qué pérdida de tiempo.